lunes, 19 de marzo de 2012
ELVIO ROMERO, el más universal de los poetas paraguayos
Elvio Romero, Yegros, Paraguay, 12/12/1926; Buenos Aires, Argentina, 19/05/2004.
Primer poeta paraguayo laureado con el Premio Nacional de Literatura; se le
otorgó en 1991. Elvio no sólo es el poeta paraguayo más universal en lengua
castellana, sino uno de los grandes latinoamericanos de la poesía
castellana. Es UN POETA con mayúsculas tanto por su nivel poético como
por su vasta producción; un poeta profesional, y como tal protestó cuando en su
documento de identidad no le quisieron poner “de profesión poeta”. Vivió la
poesía y de la poesía su vida entera. Se ganaba la vida escribiendo. Se
preguntará el lector: ¿por qué figura Elvio Romero en esta Galería de poetas
contemporáneos en Lengua Guaraní? Yo le digo, porque es uno de ellos como lo
demostraremos en este ensayo literario.
Elvio Romero figura en esta galería
por el mérito de haber vencido el monolingüismo castellano. Era buen
hablante del idioma guaraní pero como fue apartado de su pueblo por razones
políticas siendo muy joven, le faltó vivencia y profundización de esta lengua.
La mayor parte de su vida la pasó en Buenos Aires donde hablaba con los
paraguayos en guaraní, pero no se atrevió a escribir en esa lengua “por respeto
a la misma”, como alegaba. No obstante, y para vencer su monolingüismo
literario escribió su primer poema en guaraní titulado: Che ropea guýpe. Es posible que se haya propuesto escribir
una serie, para no figurar en los anales históricos como poeta monolingüe y
hasta puedo creer que sus escrúpulos políticos no le permitían dicha
calificación. Él fue un hombre que abrazó en su juventud, como decía el Dr.
Eusebio Ayala, “las ideas humanitarias del socialismo”; y se mantuvo en esa
línea hasta su muerte. Por ello no podía ignorar el idioma propio de este
sufrido pueblo por cuya redención se jugó y al cual le demostró su más plena
solidaridad durante la vida entera. Pero al final resulta que Che ropea guýpe es el único poema escrito por Elvio en
guaraní. Tampoco abrazó el castellano
paraguayo. Su idiolecto poético fue un castellano estándar, clásico,
tuteante en el centro de la región voseante; un castellano internacional. Pero
no sé cómo se las arregló para dar a su poesía, a pesar de todo ello, un
inconfundible acento paraguayo. Es posible que su lenguaje rebelde, altivo,
combatiente y apasionado, haya alcanzado a pulsar una de las cuerdas del alma paraguaya,
porque a nosotros nos gusta su poesía; la sentimos como salida de lo más hondo
de nuestra tierra profunda para envolvernos con un halo de emoción muy
especial; es como si el poeta empuñara nuestra más íntima dignidad para
devolvernos el orgullo de pertenecer a un gran pueblo.
Si el bilingüismo oral
guaraní-castellano antes que separar a los paraguayos, los une, el bilingüismo
literario debe hacer lo mismo. Por eso quiero destacar que en el mundo de la
literatura castellana del Paraguay hay literatos que militan en el bilingüismo,
aun cuando son monolingües o precariamente bilingües. Por ejemplo, Rubén
Bareiro Saguier, con esa diafanidad de conducta que le caracteriza, dice a
cuantos quieran escucharle: “yo
lamento no poder escribir en guaraní porque fui formado en la cultura
colonialista; no tengo capacidad para escribir en esa lengua, pero apoyo con
todo fervor a quienes lo hacen porque es la lengua propia del Paraguay”.
Carlos Villagra Marsal tampoco pudo ser un escritor bilingüe, igual que
Rubén y por la misma razón, pero apoya sin retaceos el bilingüismo. Estos
dos escritores tienen además el mérito de haber abrazado el castellano paraguayo en
literatura y de haber dado con ello identidad propia a la literatura paraguaya
en castellano.
Pero no debemos olvidar que ellos
tienen a sus precursores. Elvio lo tiene a Herib Campos Cervera, insigne
renovador de la poesía castellana en el Paraguay. Este poeta, para no ser
rotulado como monolingüe, escribió dos poemas en guaraní: Mandu’a rory y Kyha inimbo. Por otra
parte, el precursor de B. Saguier y V. Marsal es Benigno Gabriel
Casaccia Bibolini, novelista, el primer narrador de ficciones que tuvo el
Paraguay, en cuyas obras puede leerse, puesta en boca de los personajes
de Areguá, el castellano
paraguayo.
Volviendo a Elvio después de estas
digresiones, pasamos a analizar su único poema en guaraní. Señalamos, en primer
lugar, que tiene una forma curiosa. El poeta adopta en esta obra una virtual
forma clásica; le da un ropaje aparente de poesía rimada cuando en realidad no
usa rima alguna. El poema consta de 4 estrofas; cada estrofa tiene 4 versos;
cada verso es de 18 sílabas. El primer y el tercer versos terminan con acepto
llano, mientras el segundo y el cuarto versos constan de 17 sílabas pero con
terminación aguda, razón por la cual la preceptiva considera que tiene 18
sílabas. Es un poema con métrica regular y acento rítmico final invariable; son
versos medidos pero no rimados. El sabor poético le da, aparte del acento
rítmico, sus metáforas, imágenes y otras figuras retóricas. Es un poema
dedicado al amor presente, al cual Elvio estaba más inclinado. Es difícil
encontrar entre sus obras un canto al amor ausente o perdido. Che ropea guýpe es un gran poema, bellísimo, pero
insuficiente para ubicar a su autor entre los grandes poetas de la lengua guaraní.
Llegar a ser el más universal entre
los poetas paraguayos en lengua castellana conlleva un gran mérito, pero no el
mayor. Para mí el mayor mérito de Elvio Romero consiste en haber cambiado el
discurso amoroso del hombre paraguayo. Me explico: antes de Elvio, los poetas
paraguayos, y detrás de ellos todos los varones, cuando pretendían el amor de
una dama lo pedían, rogaban, imploraban y hasta mendigaban. Por ejemplo, Ortiz
Guerrero decía: “Tañesũna ndéve / ha nde po guive pa / chemboy’umi”. Gómez Serrato decía: “Epáy
ehecha / ne rokẽme oúva oñepomoĩ. Tupã mba’e jára / nerenói haguéma
hembe ruguypáva”. De este mismo modo
escribían los poetas de lengua castellana de la época y en consecuencia éste
era el discurso utilizado por los varones para conquistar el amor de la dama,
porque los poetas son los que nos prestan el discurso.
Pero un día llegó al parnaso paraguayo
un joven poeta llamado Elvio Romero y de inmediato se cuestionó esta situación;
se preguntó: ¿por qué el varón debe mendigar de esta forma un bien siempre
compartido, como es el amor o el sexo que es casi igual?; ¿por qué no ha de
manifestar simplemente sus sentimientos con toda la dignidad de una persona,
puesto que al final, la mujer tiene siempre la opción de aceptar o rechazar la
oferta de amor?
Una vez asumida esta postura comenzó
su gran obra de transformación del discurso amoroso. En su obra poética insta
al varón a manifestar su amor con fervor y entusiasmo porque tal es la
naturaleza del amor presente. Insta a dejar de lado el discurso derrotista y
angustioso, que apela a la conmiseración. Para mí aquella renovación ha
sido necesaria y oportuna, porque, tal como entendía Elvio, el amor presente
está signado por el fuego, la llama, el fervor, el ímpetu, la vitalidad y un
coraje arrollador. Este poeta llega sosteniendo que antes que pedir, el hombre
debe ofrecer; ofrecer su corazón, sus sentimientos, su persona; y además debe
valorar lo que tiene y ofrece, porque no es poca cosa. Por ejemplo, el beso que
él daba, recibe una calificación casi mágica en su emblemático poema titulado
“FUEGO”. Allí dice: “El beso
que yo te doy / te deja una sola herencia. Constelarte en su fulgor, en
su fragancia, en su arena. (Es la) activación de mi pecho / fruto viril /
apetencia; cárdeno deseo / (de) gloria; sed de (una) posesión serena”. “El beso
que yo te doy (…) / quiere medir tu estatura / quiere respirar tus trenzas /
quiere ceñir tus suspiros / quiere atravesar tu lengua. (…) Son clavos que
llevo adentro / donde mis hambres te acechan / donde mis armas te forjan /
donde mis hierros te queman. Se apoya en tu corazón / y allí te acosa y te
cerca”.
Después de Elvio Romero sólo aquellos
paraguayos que no lo han leído siguen implorando el amor de la mujer.
Además de gran poeta, Elvio era una
gran persona y tengo el honor de haberme honrado con su amistad. Una vez
en Buenos Aires, me llevó a ver y oír un espectáculo que le gustaba mucho: “El
Cante Jondo” en el “Tablao Flamenco” y a la salida, en el “Café Tortoni” me
dijo: “Nde Tadeo, oguahẽ niko chéve peteĩ vy’a’ỹ, nantendéiva mba’érepa”. Le contesté: “Upévante
niko katu oguãhẽ ndéve. Aníkena oiko ndehegui la
“mbokaja ha’eño”, he’íva ku Romero Valdovinos”. Mi
respuesta le puso curioso y se puso a indagarme. Allí le expresé: “Acaba de hundirse todo un mundo
ante tus ojos, y eso significa la depredación casi total de tu ambiente; es un
golpe muy severo. La única forma de combatir la angustia que eso te causa es,
recreando de inmediato tu ecología humana”. Esta
recomendación le impactó. Estábamos a 5 años de la implosión del bloque
soviético, donde antes él pasaba largas temporadas compartiendo tertulias con
los más grandes literatos y artistas de todo el mundo. Ahora estaba sumando a
su viejo exilio un virtual confinamiento en Buenos Aires, aislado de todos, con
ya muy escasos viajes a Europa, y era natural que la depresión le viniera
pisando los talones. Indudablemente tenía la urgencia de renovar su mundo y
aceptó mi recomendación de muy buen grado.
Podríamos decir que Elvio nació poeta
porque antes de cumplir los 20 años de edad ya registró en poemas los hechos
ocurridos en su país, el sufrimiento de su pueblo, así como sus penurias
personales. Desde entonces aparecieron sucesivamente sus poemarios: “Días roturados” en 1947; “Resoles áridos” en 1948; “Despiertan las fogatas” en 1950; “El sol bajo las raíces” en 1952; “De cara al corazón” en 1955; “Los innombrables” en 1959; “Esta guitarra dura” en 1961; “Destierro y atardecer” en 1962; “El viejo fuego” en 1977; “Flechas en un arco tendido” en 1983; “Los valles imaginarios” en 1984. Tiene además 2 ensayos: “Miguel Hernández, destino y
poesía” en 1958 y “El poeta y sus encrucijadas” en 1991.
Elvio Romero es el poeta del amor por
excelencia; del amor apasionado, digno y viril; pero también es el poeta de la
lucha, de la protesta radical y de la esperanza de redención que abriga su
pueblo.
Marzo de 2012
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ResponderEliminarTesarái mboyve, Augusto Roa Bastos y Epifanio Méndez Fleitas (aprox. 1950)
ResponderEliminarAmáicha tata omboguéva
ha omokañýva hetia’evéro
maymáva tesarái pópe
ñane apatíva jajuayhuetéro.
Vokóinte vy’a mboypýri
ne águi aje’óne ahávo
ha nde chembojeroviávo
pukápe che amomyrÿine.
Akóinte mbyja ko’ë
ku ne pehengue
poty mimbipa
oúne che ánga piári;
ajéipo yvaga rata
okukúi rei
ha ikusuguepa
che aramboha ári.
Yvoty pirukuemícha
hembýne chéve nderéra
che móyru hagua che kéra
tesarái pohéi jave.
Mba’éicha tamora’e
reho vove chehegui
che rekove oñehundi
ku ne porë’ÿ
tesarái mboyve.
Jasy rendy pypore
pe ñúre tohechauka
oguévo ne ra’anga
amano hagua
tesarái mboyve.
Antes que nada, decirle que me gusta mucho su blog. Quería solamente discrepar sobre la valoración de Roa en relación con el poeta acá celebrado. Por caso, y si bien Roa siempre señaló que su lengua materna fue el castellano, testimonios poéticos menores, como éste que agregué, marcan que tampoco fue,como usted dice, ingrato con la lengua de la que se benefició. Pero, para ser más exacto, también difiero en que la obra de Roa sea una mera traducción, una apropiación del universo metáforico guaraní. Creo que lo más elevado de ella, excede ese aspecto. Y eso es lo que la coloca como una cima de la literatura mundial, no solo en lengua española.
ResponderEliminarVuelvo a reiterar, excelente su blog, me es de mucha utilidad. Espero se entienda mi discrepancia.
Saludos
Q buena
ResponderEliminarQ buena
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