Aprobación del Pabellón y Escudo Nacional en el Tercer Congreso reunido en el templo de la Encarnación el 25 de noviembre de 1842, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López.
Óleo sobre lienzo de Guillermo Ketterer pintado en 1957.

jueves, 5 de junio de 2008

CARTA ABIERTA A FERNANDO LUGO SOBRE POLÍTICA CULTURAL

Asunción, 21 de mayo de 2008.


Señor
Presidente electo de la República
Don Fernando Lugo
Ciudad de Lambare

Nos dirigimos a usted en relación con la iniciativa del grupo de intelectuales que viene reuniéndose con el fin de bosquejar una política cultural para su gobierno. El esfuerzo es loable y también la metodología porque trata de consensuar los lineamientos fundamentales para esa política. Sin embargo, la iniciativa es eclipsada por la ansiedad de definir ya también la persona que llevaría a cabo la ejecución del proyecto desde el cargo de Ministro Secretario de Cultura. Es una pena que antes de elaborarse el documento base se haya desatado la danza de los nombres con el fin de integrar una terna que será elevada a usted.

Esta aparente falla del emprendimiento podría no obstante subsanarse, pero desnuda su falencia principal cuando define la clase de persona que buscan para el Ministerio. En efecto, la lista está integrada por “los cultura jára de siempre”; por aquellos hombres y mujeres que han participado activamente de la política cultural alienante de los últimos tiempos, gente sin pasado de lucha que han rentado sus talentos hasta a la misma dictadura, y por ende, responsables y partícipes del vaciamiento cultural que sufre nuestro pueblo.

Si el grupo propone a las mismas personas de ayer, evidentemente no aprovecharán su gobierno para cambiar el estado de cosas. Abrigamos la esperanza de que usted no se preste al continuismo; de que no siga en la línea de esta política cultural colonialista, monolingüe, oligárquica, elitista y excluyente. Entendemos que el pueblo paraguayo ha votado en contra de esto; en contra del proyecto educativo y cultural que ha traicionado a la cultura paraguaya; proyecto europeizante, castellanista y desprotector de la auténtica cultura paraguaya.

El Paraguay es un país pequeño, pobre, despoblado y enclaustrado; pero es un país soberano. Cuando uno encuentra en las estadísticas que existen provincias argentinas y estados brasileños que tienen mucho más del doble del presupuesto y de los recursos materiales que el Paraguay, es tentado a preguntarse cómo y por qué llegó a ser soberano este país que no tiene mar, ni pozos de petróleo, ni minas de oro, ni yacimientos de gas. La respuesta parece obvia, y es que como pueblo hemos sido desde el principio una cultura distinta en el Río de la Plata. El Paraguay no es sólo un país, sino una nación en el sentido antropológico del vocablo. Su identidad cultural es el resultado de cierto determinismo histórico, del proceso de su formación, en el cual entraron a contribuir entre otros elementos: la aparición de una nueva etnia como base social del pueblo paraguayo, diferente de sus progenitores; la permanencia de la lengua guaraní y su transferencia de la comunidad indígena originaria a la población nacional mestiza; la extensión y permanencia del bilingüismo castellano-guaraní; la bipolaridad cultural; el sincretismo religioso guaraní-cristiano; el enclaustramiento geográfico del país con el consiguiente desarrollo de una “cultura de isla”; el permanente asedio sufrido por el Paraguay de parte de sus vecinos y naturalmente la voluntad de su pueblo de permanecer libre e independiente.

Nuestros antepasados han sido muy valientes y se han sacrificado bastante para legarnos una nación independiente. Ellos se pasaron cuatro siglos resistiendo en este triángulo geográfico a porteños, bandeirantes y pámpidos chaqueños. Esa actitud se halla fundada en causas poderosas, como las que acabamos de enumerar. Por ello y tal vez sólo por ello, el Paraguay llegó a ser un país soberano. Aparte de lo señalado, ¿cuáles otros elementos psicológicos y sociales incentivaron la voluntad colectiva de proclamarse independiente? De haber, evidentemente habrá, pero ninguno con el peso que tiene esta cultura propia y diferente, causa determinante de nuestra autonomía.

El Paraguay es por su cultura una nación única e irrepetible. No hay dos Paraguay en el mundo. Pero esa nación que con derecho comparte la gran mesa de la cultura universal, lugar donde nadie se sienta en nombre de otro sino por sí mismo, y sólo porque tiene identidad cultural, hoy se halla a punto de diluirse en la nada. Se ve seriamente amenazada su entidad y su identidad cultural. Y esto ocurre porque descuidó últimamente el factor que le dio independencia: su cultura propia. Una de las grandes deudas del “nacionalismo aullador” es la del vaciamiento cultural. El país ha llegado a situaciones extremas de deculturación, aculturación y pérdida de su identidad. Esta deuda se suma a la devastación de sus selvas, la entrega de sus valiosas aguas y de sus fértiles tierras fronterizas a potencias extranjeras, la conculcación de las libertades ciudadanas, la diáspora poblacional y la corrupción institucionalizada. Hoy somos un país virtualmente ocupado; ofrecemos un panorama desolador.

Pero la clase política y la clase intelectual aludida, lamentablemente no tienen en vista estas circunstancias. Solamente la tienen y de modo muy claro las organizaciones campesinas. Ellas están dispuestas a preservar el territorio nacional para los paraguayos, para los cultivos tradicionales y naturalmente para la cultura paraguaya. Ellos se proponen recuperar cada metro cuadrado del país para que allí pueda enseñorearse la cultura paraguaya y no la de otros pueblos. El mensaje para la clase intelectual es sumamente claro y para su gobierno también: la política cultural no puede tener la frivolidad de siempre ni ponerse al margen de esta situación si pretende ser seria.

SEÑOR: El Paraguay necesita perentoriamente una política cultural que le permita a su pueblo mirarse a sí mismo, reconocerse a sí mismo, recuperar sus valores tradicionales y asumirse como pueblo. Para ello debe promover una cultura bilingüe enriquecida con las expresiones de los pueblos diferenciados o minorías culturales. Debe bilingüizar al Estado, al ciudadano, los medios de prensa y el sistema educativo. Debe preservar y difundir su música, su danza, su teatro, sus artes visuales, su cultura culinaria, sus vestidos, su artesanía y arte popular; en suma, su esencia cultural. Esto es lo primero y principal. Sólo procediendo de esta forma la apertura a la cultura universal será beneficiosa antes que arrolladora de la cultura propia.

Esperamos que usted tenga la lectura correcta de lo que el pueblo paraguayo quiere, el pueblo llano, no sus elites. También esperamos que los restos gloriosos de la paraguayidad esclarecida y militante, defiendan la victoria del pueblo vigilando la conducta del futuro gobierno; y si éste opta por una política cultural conveniente al país, le será fácil hallar la persona adecuada, idónea, para llevarla adelante.

Finalmente usted debería pensar en la conveniencia o no de mantener separadas la educación y la cultura como se hallan ahora; con ministerios distintos, con leyes propias que no se enlazan, en compartimentos estancos, como si no fueran vasos comunicantes. También debería pensar si la cuestionada “ley nacional de cultura”, instrumento perverso de la oligarquía cultural, debe ser implementada o directamente derogada.

Sin otro particular le saludamos muy atentamente y deseamos éxitos al gobierno que formará.

Rubén Bareiro Saguier

Juan Díaz Bordenave

Alberto Miltos

Lino Trinidad Sanabria

Andrés Flores Colombino

Luis Verón

Mirta González de Piris Da Mota

Félix de Guarania

Alcibiades González Delvalle

Perla Álvarez Brítez

Emilio Barreto Dávalos

Ángel P. González Duarte

Emiliano González Safstrand

Sinforiano Rodríguez

Feliciano Acosta Alcaraz

Gregorio Gómez Centurión

Teresa González Ramos de Benítez

Marcial González Safstrand

Elena Cuquejo de López

Conrado López

Dionisio Gauto

Carlos Rudy Benítez

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