martes, 23 de julio de 2019
Disquisiciones acerca de la obra de Gregorio Gómez Centurión
Este poeta, paraguayo y
nuestro, además de pertenecer a toda la humanidad como creador literario, nos
presente con AYVU PORÂ APESÂ una obra más de las tantas ya
presentadas y todas celebradas por el público. Lo felicité por preparar él
mismo su antología poética, tarea nada fácil para un escritor, pero le advertí
que esta vez- no le escribiría el “prólogo”. Le pedí que me diera la libertad
de “comentar” la totalidad de su obra
poética y fui autorizado. Creo que soy la persona apropiada porque vengo siguiendo su trayectoria poética desde
hace 40 años, desde 1977, año en que le publicamos en la revista Ñemitÿ
su filosófico poema titulado ÑE’Ë. Escribir el prólogo me confinaría al poemario
en sí, pero no era lo que quería hacer, sino analizar la obra de Gregorio en su conjunto, o mejor dicho,
abarcando la totalidad, sin detenerme en ninguno de sus libros. Esto obedece al
propósito de destacar las virtudes del autor sin estar anclado en lo poético, donde
solo se puede evaluar su lenguaje figurado, sus metáforas, su nivel, etc. Y no
quería hacer eso porque Gregorio aporta mucho más que poesía al escribir
poesía. Aborda aspectos filosóficos, teológicos, culturales, lingüísticos, dialectales
y lo que es más, la cosmovisión indígena del mundo. Por ende, la poesía es mero
pretexto para él; más que la estética le interesa el contenido científico o
cultural de cada fenómeno.Todo esto lo hace mediante sus profundos conocimientos
de la lengua guaraní. Repito que es uno de los pocos paraguayos que ha
remontado, ha ido más allá del “guaraní
paraguayo”, su dialecto propio, porque también conoce los dialectos “pai-tavyterä”,
“mbya” y “katuete” y fue a escuchar
a su vez el guaraní boliviano. Por ello decía yo la vez anterior que puede
darse el lujo de intentar el acercamiento a la etimología guaraní.-
No tengo dudas de que Gregorio pasará a la historia como el
principal propulsor del acercamiento del guaraní-paraguayo a los diversos
dialectos guaraní indígenas, especialmente al guaraní-paï y viceversa. Las palabras nuevas ingresan a un
idioma a través del uso y Gregorio introdujo a nuestro dialecto palabras tales
como: ayvu con su acepción indígena de “la palabra”, la expresión del ser humano. Antes de
ahora esta palabra significaba en guaraní paraguayo solo “ruido que hacen las personas”, y lo introduce a través del uso, no
a modo de mera propuesta. Después de este
libro esperamos que los compatriotas hablantes del guaraní se familiaricen con
palabras como “ñepiarö”, analizar, “yvakua, amba, ambári”, el módulo
celestial; que se recupere “tamói” en su acepción de abuelo y
que usen la onomatopéyica “kihihi” que es muy expresiva. Sobre este punto la ley de lenguas dispone en
su art. 46 inc. 9 que: La Academia (de la lengua guaraní) tiene el deber de: “Propiciar
la incorporación de vocablos en uso en los dialectos indígenas de la familia
lingüística guaraní” (sic) al guaraní paraguayo, se entiende.
Otra de las virtudes que contiene la obra poética de
Gregorio es su acendrado patriotismo. La defensa intransigente de la soberanía
nacional, sin patrioterismo ni ánimo de congraciarse. Lo hace por convicción y
hasta diría por necesidad propia, porque sabe que el pueblo paraguayo necesita
de su identidad cultural para sobrevivir en este mundo. Del mismo modo defiende
al indigenado nacional con sus respectivas lenguas y culturas y se ha deslomado
por décadas en defensa del hábitat indígena, tarea en la que le he acompañado
por un tiempo.
Ha dedicado también parte de su vida, sus obras literarias,
su trabajo y sus esfuerzos a la defensa del medio ambiente, porque fue testigo
de la barbarie sojera y ganadera en el Departamento de Amambái, donde las selvas
fueron salvajemente arrasadas y quemadas, privándose al indígena de su gran
templo, de su gran mercado y de su gran farmacia, además de privársele de su
casa verdadera. Esto, si para nosotros es un drama moderno, para el indígena es
más que una tragedia griega; es el fin de su mundo. Gregorio se ha alzado con
potentes poemas como “Che retä rovyû porâite” contra tamaña salvajada.
Gregorio no ha militado en política partidaria pero nunca
fue neutral; siempre estuvo al lado del pueblo como combatiente en las luchas
por la libertad, la justicia y la democracia; y lo mejor es que ha dejado testimonio,
en sus poemas, de la dura lucha que le cupo afrontar y sobrellevar. Nunca le
perdonó al dictador Stroessner el arrasamiento de la “Comunidad Campesina San
Isidro del Jejuí”, una experiencia de vida y trabajo en comunidad, apartada del
individualismo e inspirada en la vida de los primeros cristianos. Es cierto que
Gregorio trabajó y luchó al lado de comunistas, pero nunca arrió su bandera de
cristiano. Él se hizo luchador en las valientes Ligas Agrarias Cristianas
cervalmente temidas por el dictador.
Este poemario concluye con un gran poema titulado Yete
Jejyy, río Jejuí, y me encanta porque es la consagración de quien ha
descifrado el misterioso nombre de este río, que siempre fue una incógnita para los lingüistas nacionales,
porque nunca hasta ahora pudimos explicarnos este nombre/sustantivo que no
pertenece al léxico del guaraní ni del castellano; sospechábamos que provenía
de otra lengua indígena, pero he aquí la revelación de Gregorio: Jejy,
palmito; miembro de la familia de las palmáceas, vegetal de cogollo
comestible, hoy industrializado; y Jejyy, río de los palmitos, así como Piray
, río de los peces y tantos otros ríos y arroyos con nombre guaraní. El autor
afirma que los Ava-guaraní o Katuete del Kanindeju mantienen en la oralidad
los nombres de Jejyyguasu y Jejyymi en cuyas cabeceras viven y
lo consideran su territorio sagrado. Este es un descubrimiento grandioso en el
campo de la toponimia paraguaya. Pero además, hablando de este legendario río, el
poeta rememora y reivindica a los mensú, a los jangaderos y obrajeros
esclavizados por las grandes empresas de la industria extractiva de la yerba
mate y la madera que, para llevarse las riquezas del Paraguay al Río de la
Plata se valieron de la fuerza y la inteligencia de indígenas y paraguayos. Dos jangaderos mal pagados hacían llegar al mar,
prácticamente sin costo, una jangada de 60 u 80 rollos, materia prima que
representaba millones para los patrones; pero antes fue la yerba y ambos
bajaban desde el corazón de la selva por el caudaloso río Jejuí. Luego les tocó el turno a los palmitos,
plantas que dieron nombre a este río y finalmente el exterminio, la quemazón de
todos los montes.
Ajépa niko ikorasö mbarete ko che ryke’y guasu ogueromandu’a
haguä ä mba’e hasyeteíva ñande Paraguái memby teépe. Ñande rapicha paraguái
rembiasa asy kueta ñandepy’ajukáva. Ha’e niko ohecha ha oñandu pytaguakuéra
oñembosarái ramo tapicha paraguái rehe, ñande ypykue rehe ha omondyryry
ramo ñande ka’aguy. Ha oityrangue tesarái kyhápe umi mba’e vaieta
oñemomandu’a ha ñenommandu’a jey umíva rehe. Che ahecha sapy’ami ramo guare chepeteva’ekue
yvýre ha upete guive añeha’äva’ekue añembyesarái chugui. Añanduva’ekue upéva ndajapóiramo, voieterei cheñotÿta.
Ha péina ñambyapu’a jahávo Pirúlo rembiapopyeta.
Jahecharamo. Jaguerohory. Ñamomba’eguasu. Sa’i jareko ñane retäme äichagua
tembiapokue ikarakatúva; tapicha iñapytu’ü resäi ha ikorasö marangatúva
rembiahaikue. Hetaitéma Pirúlo ñanembodeve. Ikatu kuaáma he’i ñandéve pe
karai Antonio Machado he’iva’ekue hetäyguakuérape
hekove apÿime: “Amo ipahápe niko/ mba’evete ndadevéi peëme / Katu pedeve chéve umi
cherembihaikuére / Che chemba’apohápe aháva
/ che viru tee rupive apagáva / aomimi chereteñuäva / ha ogami aikoha / hi’upy che rete oikotevëva / ha inimbemi apytu’uha”.
Tadeo Zarratea
marzo de 2019
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