Aprobación del Pabellón y Escudo Nacional en el Tercer Congreso reunido en el templo de la Encarnación el 25 de noviembre de 1842, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López.
Óleo sobre lienzo de Guillermo Ketterer pintado en 1957.

martes, 23 de julio de 2019

Disquisiciones acerca de la obra de Gregorio Gómez Centurión


         Este poeta, paraguayo y nuestro, además de pertenecer a toda la humanidad como creador literario, nos presente con  AYVU  POR  APES una obra más de las tantas ya presentadas y todas celebradas por el público. Lo felicité por preparar él mismo su antología poética, tarea nada fácil para un escritor, pero le advertí que esta vez- no le escribiría el “prólogo”. Le pedí que me diera la libertad de  “comentar” la totalidad de su obra poética y fui autorizado. Creo que soy la persona apropiada porque  vengo siguiendo su trayectoria poética desde hace 40 años, desde 1977, año en que le publicamos en la revista Ñemitÿ su filosófico poema titulado ÑE’Ë.  Escribir el prólogo me confinaría al poemario en sí, pero no era lo que quería hacer, sino analizar la obra  de Gregorio en su conjunto, o mejor dicho, abarcando la totalidad, sin detenerme en ninguno de sus libros. Esto obedece al propósito de destacar las virtudes del autor sin estar anclado en lo poético, donde solo se puede evaluar su lenguaje figurado, sus metáforas, su nivel, etc. Y no quería hacer eso porque Gregorio aporta mucho más que poesía al escribir poesía. Aborda aspectos filosóficos, teológicos, culturales, lingüísticos, dialectales y lo que es más, la cosmovisión indígena del mundo. Por ende, la poesía es mero pretexto para él; más que la estética le interesa el contenido científico o cultural de cada fenómeno.Todo esto lo hace mediante sus profundos conocimientos de la lengua guaraní. Repito que es uno de los pocos paraguayos que ha remontado, ha ido más allá del “guaraní paraguayo”, su dialecto propio,  porque también conoce los dialectos “pai-tavyterä”, “mbya” y “katuete” y fue a escuchar a su vez el guaraní boliviano. Por ello decía yo la vez anterior que puede darse el lujo de intentar el acercamiento a la etimología guaraní.-
         No tengo dudas de que Gregorio pasará a la historia como el principal propulsor del acercamiento del guaraní-paraguayo a los diversos dialectos guaraní indígenas, especialmente al guaraní-paï  y viceversa. Las palabras nuevas ingresan a un idioma a través del uso y Gregorio introdujo a nuestro dialecto palabras tales como: ayvu con su acepción indígena de “la palabra”, la expresión del ser humano. Antes de ahora esta palabra significaba en guaraní paraguayo solo “ruido que hacen las personas”, y lo introduce a través del uso, no a modo de mera propuesta. Después de este libro esperamos que los compatriotas hablantes del guaraní se familiaricen con palabras como “ñepiarö”, analizar, “yvakua, amba, ambári”, el módulo celestial; que se recupere “tamói” en su acepción de abuelo y que usen la onomatopéyica “kihihi” que es muy expresiva.  Sobre este punto la ley de lenguas dispone en su art. 46 inc. 9 que: La Academia (de la lengua guaraní) tiene el deber de: “Propiciar la incorporación de vocablos en uso en los dialectos indígenas de la familia lingüística guaraní” (sic) al guaraní paraguayo, se entiende.
         Otra de las virtudes que contiene la obra poética de Gregorio es su acendrado patriotismo. La defensa intransigente de la soberanía nacional, sin patrioterismo ni ánimo de congraciarse. Lo hace por convicción y hasta diría por necesidad propia, porque sabe que el pueblo paraguayo necesita de su identidad cultural para sobrevivir en este mundo. Del mismo modo defiende al indigenado nacional con sus respectivas lenguas y culturas y se ha deslomado por décadas en defensa del hábitat indígena, tarea en la que le he acompañado por un  tiempo.
         Ha dedicado también parte de su vida, sus obras literarias, su trabajo y sus esfuerzos a la defensa del medio ambiente, porque fue testigo de la barbarie sojera y ganadera en el Departamento de Amambái, donde las selvas fueron salvajemente arrasadas y quemadas, privándose al indígena de su gran templo, de su gran mercado y de su gran farmacia, además de privársele de su casa verdadera. Esto, si para nosotros es un drama moderno, para el indígena es más que una tragedia griega; es el fin de su mundo. Gregorio se ha alzado con potentes poemas como “Che retä rovyû porâite” contra  tamaña salvajada.
         Gregorio no ha militado en política partidaria pero nunca fue neutral; siempre estuvo al lado del pueblo como combatiente en las luchas por la libertad, la justicia y la democracia; y lo mejor es que ha dejado testimonio, en sus poemas, de la dura lucha que le cupo afrontar y sobrellevar. Nunca le perdonó al dictador Stroessner el arrasamiento de la “Comunidad Campesina San Isidro del Jejuí”, una experiencia de vida y trabajo en comunidad, apartada del individualismo e inspirada en la vida de los primeros cristianos. Es cierto que Gregorio trabajó y luchó al lado de comunistas, pero nunca arrió su bandera de cristiano. Él se hizo luchador en las valientes Ligas Agrarias Cristianas cervalmente temidas por el dictador.
         Este poemario concluye con un gran poema titulado Yete Jejyy, río Jejuí, y me encanta porque es la consagración de quien ha descifrado el misterioso nombre de este río, que siempre fue  una incógnita para los lingüistas nacionales, porque nunca hasta ahora pudimos explicarnos este nombre/sustantivo que no pertenece al léxico del guaraní ni del castellano; sospechábamos que provenía de otra lengua indígena, pero he aquí la revelación de Gregorio: Jejy, palmito; miembro de la familia de las palmáceas, vegetal de cogollo comestible, hoy industrializado; y Jejyy, río de los palmitos, así como Piray , río de los peces y tantos otros ríos y arroyos con nombre guaraní. El autor afirma que los Ava-guaraní o Katuete del Kanindeju mantienen en la oralidad los nombres de Jejyyguasu y Jejyymi en cuyas cabeceras viven y lo consideran su territorio sagrado. Este es un descubrimiento grandioso en el campo de la toponimia paraguaya. Pero además, hablando de este legendario río, el poeta rememora y reivindica a los mensú, a los jangaderos y obrajeros esclavizados por las grandes empresas de la industria extractiva de la yerba mate y la madera que, para llevarse las riquezas del Paraguay al Río de la Plata se valieron de la fuerza y la inteligencia de indígenas y paraguayos. Dos  jangaderos  mal pagados hacían llegar al mar, prácticamente sin costo, una jangada de 60 u 80 rollos, materia prima que representaba millones para los patrones; pero antes fue la yerba y ambos bajaban desde el corazón de la selva por el caudaloso río Jejuí.  Luego les tocó el turno a los palmitos, plantas que dieron nombre a este río y finalmente el exterminio, la quemazón de todos los montes.
         Ajépa niko ikorasö mbarete ko che ryke’y guasu ogueromandu’a haguä ä mba’e  hasyeteíva  ñande Paraguái memby teépe. Ñande rapicha paraguái rembiasa asy kueta ñandepy’ajukáva. Ha’e niko ohecha ha oñandu pytaguakuéra oñembosarái ramo tapicha paraguái rehe, ñande ypykue rehe ha  omondyryry  ramo ñande ka’aguy. Ha oityrangue tesarái kyhápe umi mba’e vaieta oñemomandu’a ha ñenommandu’a jey umíva rehe. Che ahecha sapy’ami ramo guare chepeteva’ekue yvýre ha upete guive añeha’äva’ekue añembyesarái chugui. Añanduva’ekue  upéva ndajapóiramo, voieterei cheñotÿta.
         Ha péina ñambyapu’a jahávo Pirúlo rembiapopyeta. Jahecharamo. Jaguerohory. Ñamomba’eguasu. Sa’i jareko ñane retäme äichagua tembiapokue ikarakatúva; tapicha iñapytu’ü resäi ha ikorasö marangatúva rembiahaikue. Hetaitéma Pirúlo ñanembodeve. Ikatu kuaáma he’i ñandéve pe karai  Antonio Machado he’iva’ekue hetäyguakuérape hekove apÿime: “Amo ipahápe niko/ mba’evete ndadevéi peëme / Katu pedeve chéve umi cherembihaikuére / Che  chemba’apohápe aháva  / che viru tee rupive apagáva  / aomimi chereteñuäva / ha ogami aikoha  / hi’upy che rete oikotevëva / ha inimbemi  apytu’uha”.

                   Tadeo Zarratea
                   marzo de 2019

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