martes, 12 de diciembre de 2017
La traducción recíproca necesaria para la construcción del Paraguay bilingüe
Señoras y señores:
Tengan
ustedes la mejor de las noches.
Como
se tiene anunciado, fui convocado para verter algunas opiniones sobre el tema
que nos congrega. Agradezco a los organizadores de este acto y a los propulsores
de esta obra, la invitación que me han cursado para venir a reflexionar ante
ustedes sobre el valor de las traducciones literarias. Si fuera político les diría que no se
equivocaron al elegirme, porque yo tengo una rica historia personal en cuanto a
las posturas asumidas frente a este fenómeno en las distintas etapas de mi
vida.
Casi
nadie en nuestro medio, que yo sepa, ha asumido una postura tan radical y totalmente
negativa a las traducciones literarias como yo. Fui acérrimo adversario de la misma
durante mucho tiempo y llegué a tal extremo que, en el prólogo de mi libro de
cuentos en guaraní paraguayo titulado: ARANDU KA’ATY, en el año 1989, dije textualmente
esto que van a escuchar: “…Prohíbo la
traducción de estos relatos al castellano y a otras lenguas por el tiempo que
sea necesario, a fin de evitar lo ocurrido con mi novela Kalaíto Pombéro, que fue leída en versión mal traducida por el
único pueblo del mundo que pudo haber leído en su versión original. Soy
consciente de la autolimitación que significa este confinamiento idiomático,
así como de la quijotada de escribir para un pueblo que hoy y ahora es
analfabeto en su lengua propia. Pero mis ambiciones como escritor son mínimas.
No escribo para el lucro, para la crítica ni para la fama; no escribo para los
concursos literarios ni para otro pueblo que no sea el paraguayo. Estos relatos
son para el pueblo paraguayo y para nadie más. No importa el tiempo que pase
antes de que sean leídos; lo que importa
es el tiempo que transcurrirá después. Mi propósito es lograr que alguna vez
mis compatriotas se vean reflejados en una literatura propia, que se reconozcan
en ella, y que a partir de allí reflexionen y accionen en busca de mejores
condiciones de vida y de convivencia…”.(sic)
Mantuve esta postura con total
convicción hasta mi participación en el Taller
Continental de Escritores en Lenguas Indígenas de América, reunido en
México D.F., en el año 1997. En aquel prestigioso foro literario defendí mi
posición casi con soberbia y fui severamente cuestionado por colegas mexicanos.
En aquellos años ellos publicaban ya sus obras normalmente en versión bilingüe:
Zapoteco-Español, Nahuatl-Español, etc.
Cuando vieron mi empecinada
oposición a las traducciones, uno de los escritores me preguntó: “Colega:
¿usted no ha leído a los clásicos franceses, ingleses, rusos, etc.?” Contesté
que sí y agregué que leí específicamente a los clásicos rusos desde Tolstoi
hasta Solzhenistsyn. El colega exclamo: “Ah…entonces usted lee ruso”. Sorprendido
le contesté que no y agregué que esas obras las he leído en castellano. Sobre
la marcha el colega me espetó: “Entonces usted leyó traducciones; tuvo acceso,
aprovechó y disfrutó de esa literatura a través de su lengua y no de la
original”, y agregó: “eso es y será siempre así porque las obras literarias no
reconocen fronteras idiomáticas, así como las obras de arte en general no
reconocen tiempos ni fronteras geográficas, políticas ni culturales;
simplemente son patrimonio de toda la humanidad”.
Sintiéndome arrinconado por el peso
de estos argumentos, salí argumentando con la consabida teoría de que, a pesar
de ser así, mi lengua era intraducible; que existían expresiones imposibles de
ser traducidas y que las traducciones traicionan al texto, según el viejo
aforismo “tradutore traditore”.
Sobre el punto salió otro colega a
argumentar que: “Si bien en algunos aspectos la obra literaria puede perder
nivel al traducirse, el buen traductor puede recuperar esa pérdida en los
párrafos siguientes, dando un mayor vuelo artístico a la expresión originaria
mediante los recursos de la lengua receptora”. “Eso – me dijo - depende de la
capacidad del traductor” y agregó: “por eso es recomendable que lo traduzca el
propio autor”.
Los colegas mexicanos habitualmente
publican sus obras en versión bilingüe
porque han tomado conciencia de que nuestros pueblos originarios son
analfabetos en sus lenguas propias, como lo son también, en las lenguas
americanas los mestizos y criollos integrantes de la población nacional; de
modo que las manifestaciones literarias dadas en lenguas indígenas solo pueden
ser apreciadas y valoradas, inicialmente, a través de las lenguas europeas, que
son de uso internacional.
Regresé de México como un perro apaleado pero
con criterio diferente. El encuentro continental de escritores en lenguas
indígenas me hizo cambiar de postura sobre las traducciones. Entonces tomé la decisión de traducir mejor mi novela Kalaíto Pombéro, así como la de
traducir al castellano Arandu Ka’aty,
la obra aquella en cuyo prólogo prohibí la traducción, y a partir de allí vengo traduciendo todas mis
obras.
Estas
son las distintas etapas de mi postura personal. Ahora paso a revisar la
importancia de las traducciones a nivel social y sobre todo a señalar la necesidad que
tiene de ellas nuestro país para la construcción del Paraguay bilingüe.
El Paraguay es un país diglósico castellano–guaraní y como tal tiene, naturalmente, su literatura dividida;
buena parte se halla escrita en castellano y la otra parte más que escrita,
contada, narrada, cantada y declamada en lengua guaraní. Ambas literaturas son
válidas, importantes y necesarias, pero evidentemente se hallan condicionadas
por la diglosia paraguaya; esto es, que
cada literatura tiene su campo específico pero la que se da en guaraní goza de
menor prestigio y se halla virtualmente supeditada a la producida en
castellano. Este fenómeno de diglosia se da entre nuestras dos lenguas
oficiales, donde el guaraní no se
encuentra socialmente en el mismo nivel del castellano y este mismo fenómeno
trasunta la literatura paraguaya.
Como es de conocimiento de este
ilustrado público, existe una diferencia de cuatro siglos entre el nacimiento
de una y otra literatura en el Paraguay, donde la literatura en castellano,
nace en el siglo 16, en tiempos de la colonia, mientras la que se da en guaraní nace en el siglo 20; a
ello debe sumarse el apoyo que recibió y recibe la castellana de parte de
España y de los países hispanoamericanos; ambas regiones son fuentes,
referentes y respaldos de nuestra literatura en castellano. Mientras tanto, la
literatura guaraní no tiene ninguna fuente donde abrevar ni otra literatura en
la cual pueda referenciarse siquiera.
Esta situación de desnivel tiende hoy
día a abreviarse pero el proceso que lleva es muy lento. Por ello, el
acercamiento, la contrastación y la búsqueda de nivelación entre ambas
literaturas viene a ser uno de los capítulos más importantes en la construcción
del Paraguay bilingüe. Esta es una gran tarea que tenemos por realizar los
paraguayos, tarea que se inició oficialmente en 1992 cuando nuestra Carta Magna
declara lengua co-oficial al guaraní, en paridad total con el castellano.
El Paraguay bilingüe es aquel que
tiene un Estado que habla sus dos lenguas oficiales desde dictar las leyes, los decretos y las
resoluciones administrativas en ambas lenguas, hasta el uso oral de los dos
idiomas en todos los ámbitos de funcionamiento oficial del Estado. Esto, por
una parte; y por la otra, un país en el cual los ciudadanos son bilingües
coordinados, con capacidad para expresarse con soltura y solvencia en ambas
lenguas oficiales, como los canadienses y los catalanes. A nosotros nos falta
la estatalización del guaraní y la bilingüización del ciudadano para superar la
diglosia y alcanzar el bilingüismo nacional.
En un importante encuentro
internacional sobre bilingüismo celebrado en Barcelona, un colega me preguntó
si los paraguayos ya hemos empezado a traducir al castellano la parte de
nuestro cancionero que se canta en guaraní
y traducir al guaraní
las canciones que se cantan en castellano. Yo, hasta ese momento ni había soñado tal
cosa, pero a mi regreso traduje “Despierta mi Angelina” de Emiliano, versión
que hasta ahora no encuentra quien la cante.
Entiendo
que para acometer tan ímproba tarea necesitamos de una respetable cantidad de
buenos traductores literarios, porque debemos traducir del guaraní al
castellano el 80 % aproximadamente de nuestro cancionero popular, y del
castellano al guaraní, toda la poesía paraguaya creada en castellano, todas las
novelas paraguayas con excepción de Kalaíto Pombéro, la única bilingüe, y toda nuestra basta producción cuentística. Además
debemos traducir al guaraní las más importantes obras literarias
latinoamericanas y universales.
Es mucho trabajo, pero creo que lo
vamos a hacer y ya lo estamos haciendo. Hoy estamos celebrando un hecho
concreto. Esto tenemos que hacer para dejar de ser una isla cultural; “isla rodeada
de tierra” en la feliz metáfora de Roa, isla determinada y configurada por la lengua
guaraní, hermosa lengua que nos tiene confinado en este triángulo de
resistencia, dentro del cual seguimos defendiendo nuestra identidad cultural
vertebrada por esta lengua y sin la cual ya hubiéramos sucumbido ante el inmisericorde bombardeo cultural “de bandeirantes, porteños y guaicurúes”, como
se decía en el siglo pasado, que desde
siglos atrás asedian a nuestra nación por todos los medios.
Pero si bien esta lengua es un arma
poderosa en nuestra lucha de sobrevivencia como sociedad como elemento identitario, la misma también tiene
su contracara; y es que al envolvernos en ella, el resto del mundo queda
privado de conocer el pensamiento auténtico y genuino del pueblo paraguayo; el
pensamiento que se formula y se expresa en guaraní.
Hace unos días un amigo me indagaba
sobre el significado preciso de los versos de una vieja canción; era un
paraguayo con acceso superficial a la
lengua guaraní, que interpreta a su
manera los textos de las canciones. Pero apenas que fue informado del contenido
semántico real que le di a conocer, manifestó su más grande asombro y
admiración por la profundidad del pensamiento del poeta ñanandy. En ese momento
ratifiqué mi convicción de que no solo necesitan los extranjeros, los propios
paraguayos necesitan que le sean traducidos al castellano los textos literarios
que escuchan y cantan a diario. También me congratulé de haber superado aquella
postura de chauvinismo mediterráneo que
sostuve por tanto tiempo.
Y se nos preguntará: ¿qué importancia
tiene que los extranjeros conozcan el pensamiento más íntimo e intrínseco del
paraguayo? Pues, yo digo que con ello el pueblo paraguayo se ganará el respeto
del mundo, porque un pueblo que tiene profundidad de pensamiento es digno del
más estricto respeto.
Nosotros no necesitamos traducir la
literatura guaraní a muchas lenguas; bastará con traducirla al castellano, que
de allí ya puede ser llevada a todas las lenguas del mundo, habida cuenta la
larga tradición de intercambio literario y cultural que tiene el castellano.
Por otra parte tenemos la tarea
pendiente de traducir al guaraní las obras literarias habidas en castellano,
tanto de autores nacionales como de extranjeros. En esta tarea tenemos algunos
precursores y son:
1) Eduardo Saguier, con su traducción
parcial del Martín Fierro de José Hernández al guaraní, en 1951;
2) Ricardo Dacunda Díaz, que publica
en Corrientes la primera versión completa del Martín Fierro en guaraní en 1996, una traducción bastante objetada por los
hablantes del guaraní.-
3) Félix de Guarania, que publica su
versión definitiva del Martín Fierro en guaraní, en el año 2006. A esta traducción, elogiada por mí en su
momento como presentador, hoy le encuentro muchos defectos, pero eso no
importa. 4) Lino Trinidad, que tradujo con
éxito “Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez;
5) Natalia Krivoshein de Canese,
Feliciano Acosta y este servidor, que tradujimos al guaraní un importante conjunto
de fábulas de Esopo y otras fábulas universales; y
6). La misma Susy Delgado, precursora
de sí misma, que siempre nos presentó
sus poemarios en forma bilingüe y en la materia es pionera entre los poetas paraguayos
bilingües. En aquella época en que yo era guaranista chiíta, me causaba
hilaridad la actitud de Susy cuando publicaba; “Tesarái mboyve” / “Antes del
olvido”; “Tataypýpe” / ”Cerca del fuego”, etc. Yo me decía: ¿para qué esta mujer escribe
en guaraní si sobre la marcha la va a traducir?. Mba’e piko péa.
Bueno, tuicha mba’e niko la ñande tavy.
Ella nos presenta esta noche las
traducciones al guaraní de un amasijo de poemas de nuestro laureado escritor mayor.
Íntimamente creo que los poemas de
Roa han caído en buenas manos; en manos de la persona más indicada. No creo que
haya en el Paraguay dos traductores plenamente solventes para esta delicada
tarea. Después de Susy, solo Susy. Y que conste que no he leído aún nada de estas
traducciones porque ni Vidalia ni Susy ni
nadie me han alcanzado un ejemplar; vengo a hablar a ciegas pero vengo seguro,
porque conozco la capacidad de Susy. Por suerte no soy el presentador oficial de este libro
y sobre el mismo solo les puedo decir apelando a una filosofía bien paraguaya:
Oimearäko oï porä hína.
En puridad no digo esto en broma sino
con mucha convicción porque sólo estoy repitiendo mi juicio de valor sobre la
solvencia de Susy. En efecto, en mi libro titulado: LA POESÍA GUARANÍ DEL SIGLO XX. GALERÍA DE 22 POETAS DE LA LENGUA, la incluyo a Susy con el rótulo de
“Consumada poeta que navega en dos lenguas”; y digo de ella: “Susy Delgado es
una consumada poeta bilingüe no porque usa por igual el castellano y el
guaraní, sino porque produce poemas de igual nivel estético en ambas lenguas
y además de eso, es capaz de recrear un
poema en la otra lengua; es decir, tiene la capacidad de dar a un poema escrito
por ella o por otro, el mismo vuelo poético que tiene en el original al
traducirlo a la segunda lengua. Por eso nunca podemos saber con certeza en cuál
de las dos lenguas oficiales del Paraguay ha sido escrito originalmente un poema de ella. En suma, Susy es una
insigne traductora de poesía, una virtud que no abunda en razón de que es
absolutamente incomparable la traducción de un texto común con la traducción de
un texto poético. En la primera se traducen ideas y hasta palabras; en la
segunda se traducen figuras literarias como imágenes, metáforas, comparaciones
y muchísimas otras.
Vayan pues mis felicitaciones a don
Augusto Roa Bastos por estas traducciones y le reitero con esta cariñosa frase: Nde suérte, lekaja.
Tadeo
Zarratea
9-XII-17
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