miércoles, 2 de abril de 2014
ALBERTO LUNA PASTORE (S.J.), poeta del sincretismo religioso
Alberto
Luna Pastore, Ka’asapa, 12/10/1960,
sacerdote jesuita, representa a una generación de jóvenes poetas de la lengua y
a una región raigalmente guaraní y paraguaya. En su infancia amalgamó las
culturas del Ka’asapa y del Guaira, porque nació en el primero y se
crió en el segundo. Ka’asapa forma
parte del Paraguay profundo; reducción franciscana desde 1608 y luego pueblo
cerrado de indios durante toda la época colonial y la dictadura francista. Allí
se forjaron los primeros indígenas cristianos del Paraguay. Por su parte la
capital del Guaira, Villarrica del
Espíritu Santo, ha sido pueblo cerrado de españoles. Pero ambas ciudades fueron
abiertas en la época independiente, produciéndose en ellas una intensa
mixigenación étnica, idiomática y cultural. Entre ambas regiones, que son
contiguas, existen lazos culturales muy fuertes y en conjunto constituyen las
bases culturales más genuinas del Paraguay. Sus habitantes son los mejores
hablantes del guaraní y posiblemente también del castellano. Por tanto, el
Padre Alberto cabalga sobre dos lenguas ejercidas por estos pueblos con
eficiencia, profundidad y destreza artística. Es heredero de una gran tradición;
exponente de pueblos donde la oratoria religiosa, política, social y artística
siempre ha ocupado lugar preponderante.
Nada encanta tanto al guaraní, y sigue
en la predilección del paraguayo, como las entelequias teológicas. Con mucha
razón Pierre Clastres los denomina: “los teólogos de la selva”. Su oratura
sagrada no termina de contarse en 40 días con sus noches. Allí desfilan todos
los dioses; es un impresionante panteón con forma de pirámide que cobija a
todos, desde el Dios Creador del mundo y de todas las cosas, los dioses
secundarios o intermediarios, hasta esa sombra de la divinidad que es el
hombre, ubicado en la última escala, base de la pirámide, pero parte esencial
de la divinidad. Es un artificio creado por la imaginación del
hombre; una estructura imaginaria pero
consistente, coherente y vívida. El iniciado en ese conocimiento se desvive en
la tarea de “comunicar” al profano esas verdades reveladas al hombre en los
orígenes de esta era.
La cultura guaraní es teogónica,
panteísta y teocrática. Todas las cosas, incluidas las inanimadas tienen su
dios protector, su espíritu, su “jarýi”. En su mundo no hay nada que no sea sagrado. Cada acto del hombre
tiene una explicación teológica. La regulación social y política de la convivencia
humana es ejercida por los líderes religiosos. El jefe político no es sino un
instrumento de los Ñande Ru a quienes consulta y obedece, porque son “los que
saben” cómo conducir a las personas y a los pueblos.
Este aspecto cultural fue descubierto
muy tempranamente por los misioneros europeos, quienes sobre la marcha
plantearon a los guaraní el “diálogo teológico”. Allí mismo se enfrascaron en
este diálogo que lleva una duración de 5 siglos y nunca se acaba. La simbiosis,
aquí llamada sincretismo religioso, ha dejado huellas en la religiosidad del
paraguayo, la cual contiene, al margen de la fe y de la ortodoxia cristiana, dejos
de animismo y de panteísmo, y mucha carga determinista. Igualmente, la cultura
franciscana y la comunitaria jesuítica han marcado a fuego la cultura del
paraguayo, la que se expresa a través del profundo sentimiento de solidaridad
general, amplia, no conmutativa y por ende contrapuesta a la cooperación
bilateral de los europeos.
Forma
y estilo poético. Pa’i Jasy se inscribe dentro de la poesía
moderna aún cuando no deja de usar la estrofa y los versos medidos. La
modernidad por él asumida se manifiesta en la eliminación de la rima en cuanto
a la forma y la utilización de metáforas y alegorías, en el contenido. Además
tiene una característica especial, inconfundible, consistente en la
preservación del acento rítmico regular. Esto hace que sus poemas sean fluidos
y agradables al oído, “orecchiabile”. El lector poco avisado ni se dará cuenta
que sus versos carecen de rima; es más, algunos sostendrán que sí, que están
rimados. Esa sensación se da porque el acento rítmico regular suple a la rima y
hace previsibles los sonidos siguientes. Es un arte, un arma usada por el
artista para lograr su objetivo. Su
alegoría del buey y su dueño, el labrador de la tierra, se asemeja severamente
a una parábola de Cristo. La recuperación de Pa’i Tumé, el mito
cultural guaraní, es una muestra de la pervivencia y perennidad de los mitos, y
de la importancia de los mismos en el reciclaje de la cultura a través de los
tiempos.
No podía faltar en esta galería de
poetas de la lengua guaraní del siglo XX un representante de la iglesia
católica; y al efecto, con mucha legitimidad ejerce esa representación el Padre
Luna Pastore.
La institución a la cual representa abrazó
desde el principio la lengua guaraní y la sostuvo a lo largo de cinco siglos en
el Paraguay. Ella ha dado a este idioma
grandes exponentes, tanto en el Paraguay como en el Brasil, en la época
colonial como en la idependiente. El
listado de los frailes que estudiaron esta lengua es frondoso. Comienza con
Antonio Ruiz de Montoya, y sigue con: Fray Luis de Bolaños, Nicolás del Techo, Paulo
Restivo, José Manuel Peramás, Amancio González, José de Anchietta, Justo Bottignoli,
Antonio Guasch, Bartomeu Melià, Mariano Celso Pedrozo, Rubén Darío Céspedes y
tantos otros. Entre estos frailes hay
lingüistas que cultivaron esa ciencia antes de la existencia formal de la
lingüística, gramáticos, traductores de la biblia, del catecismo, poetas,
prosistas, pedagogos y una infinidad de oradores sagrados eficientes y bien
formados.
Obras
Su primer poemario titulado Agua
Morena ganó el primer premio del concurso Voces Nuevas en 1992.
Posteriormente publicó Siempre es Ahora en 1999, y
finalmente su poemario en guaraní Pypore, en el 2008.
El Padre Luna Pastore encarna la tradición de los religiosos
jesuitas y franciscanos que dieron nacimiento y fundamento al Paraguay. Es la
prolongación de aquellos hombres de Dios que dieron todo de sí para transmitir
la fe cristiana a los pueblos originarios de estas tierras y para ese menester
hicieron uso de la sabiduría, del ingenio y hasta de la astucia, construyendo
entelequias teológicas que amalgamaban las dos grandes religiones: la guaraní y
la cristiana. El Padre Luna / Pa’i Jasy
es el continuador de esa portentosa obra como puede comprobarse en sus poemas.
Él pone la poesía al servicio de las verdades reveladas y la usa como puente
entre dos teogonías, entre dos cosmovisiones; en suma, entre dos mundos
culturales. De ese modo hace que sea
interesante y atractiva su forma de evangelización. Es un maestro del
sincretismo religioso, viejo arte en el Paraguay, pero siempre atractivo e
impactante.
Abril
de 2013
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