lunes, 26 de enero de 2009
MARIO RUBÉN ÁLVAREZ, el poeta de la nostalgia
Mario Rubén Álvarez, Distrito 25 Diciembre, 1954, es
un poeta bilingüe cuyo acento característico es la nostalgia. Integró con otros
el “Taller de poesía Manuel Ortiz Guerrero”, fragua ésta en la que
fueron moldeados los primeros versos modernistas escritos en guaraní
paraguayo, en la década del 70. Se trata de versos escritos sin metro,
sin medida, sin rima, sin estrofas ni ritmo regular. La fundadora de
dicha corriente en lengua guaraní es la poeta asuncena Ida Talavera de
Fraccia, que reconoce algunos precursores; pero quienes
definitivamente asumieron y consolidaron esa nueva forma poética,
fueron los jóvenes poetas integrantes del mencionado Taller. Los
primeros poemas de Álvarez fueron publicados en el poemario colectivo “…Y
ahora la palabra”, en 1979; luego en “Poesía Taller”, en 1982,
y en “Poesía Itinerante”, en 1984, todos bajo el patrocinio del
citado Taller. Sus poemarios unipersonales son “La sangre insurrecta”,
en 1992, y “Ñe’ẽ apytere” junto con “A
flor de ausencia”, en 2007, curioso poemario bilingüe que contiene dos
libros, sin ser el uno la traducción del otro.
Como una prolongación cultural de su labor periodística,
Mario Rubén Álvarez se dedica a la investigación de los orígenes de los poemas
cantados que integran el cancionero popular. La documentación de las
fechas de aquellas producciones, los mitos, las leyendas y las historias que se
tejen en torno de dichos cantos populares, se hallan registrados en XI tomos a
la fecha, bajo el título de “Las Voces de la Memoria. Historia de
canciones populares paraguayas”. Igualmente ha publicado el libro “Lo
mejor del folklore paraguayo”, en 2002.
Mario Rubén es poeta, y de los buenos, en ambos idiomas
oficiales del Paraguay. Es profesor titulado de la lengua guaraní y ejerce el
periodismo en lengua castellana. Su obra poética en castellano es de alto
nivel, poesía considerada adulta aún cuando fueron escritos en su más tierna
juventud. Esgrime un lenguaje decididamente metafórico y por ello
enteramente poético. Estos hechos le brindaron dos importantes premios
literarios y muchas menciones.
En cuanto a la otra lengua, es notoria la
fidelidad de Mario Rubén a la lengua guaraní, a la cual se aferra de modo
pertinaz e insiste en producir poesía culta en este idioma; una producción
necesaria para el desarrollo de la lengua. Pero muchos nos preguntamos: ¿acaso
es él quien está llamado a esa tarea? Yo entiendo que sí; es él uno de los
tantos llamados a cubrir esa necesidad, no por su condición de hombre de origen
campesino que ha alcanzado ilustración, porque de estos existen miles, sino por
su condición de buen poeta, especie que no abunda. Cuando sostenemos que
nuestro poeta asume plenamente el lenguaje poético, estamos afirmando que
cuando se trata de escribir poesía, él se aparta enteramente del lenguaje
común, del lenguaje lógico. Lo hizo desde su primer poema y nunca sabremos
cómo, por qué medios, de la mano de quién o en qué libro descubrió el lenguaje
usado por la poesía. Es un hecho que tal vez ni a él mismo se le haya
manifestado con claridad.
La nostalgia es una mujer que habita el mundo interior de
Mario Rubén. Es su acento característico, su marca o signo; el sello
indeleble de su poesía. Es evidente que alguna importante etapa de su vida está
reflejada en esa profunda y férreamente vigilada melancolía de su arte poético.
Se convirtió en el poeta de la nostalgia sin haber sido exiliado de su país
durante la dictadura que soportó junto a su pueblo; sólo fue expatriado de su
valle, de Potrero Yvate de Santaní. Sin embargo fue herido por la nostalgia de
modo irreversible.
En su historia personal está comprobado que nuestro poeta
fue arrancado del seno familiar, por razones de escolarización, a la edad de 6
años, y que con ello cambió bruscamente su ecología humana y social, su
hábitat, su ámbito de desarrollo, y, según él, su lengua. Sostiene que hasta
esa edad sólo hablaba en guaraní, un hecho que para mí es poco verosímil. Más
bien creo que hasta esa edad él sólo escuchó hablarse en guaraní en su entorno,
mientras él hablaba sólo en castellano con sus padres. Él cree que su lengua
materna es la guaraní, pero lo dudo, repito; creo que es el castellano. Mis
elementales conocimientos de lingüística me aseguran que un escritor bilingüe
no puede escribir mejor en la lengua aprendida que en su lengua materna. Mario
Rubén Álvarez ha obtenido premios y galardones venciendo en concursos poéticos
a renombrados poetas monolingües de lengua castellana. El nivel de su lenguaje
poético es diferente cuando escribe en una y otra lengua. Y que conste que no
lo comparo con nadie más que consigo mismo. Pongo frente a frente el M Rubén,
poeta de lengua castellana, y el M Rubén poeta de lengua guaraní y extraigo lo
siguiente conclusión: su poesía en castellano aventaja largamente a la
producida por él mismo en guaraní, aunque mal le pese esto. Este hecho delata
cuál fue su lengua materna.
Para evitar cualquier tipo de suspicacia debo
aclarar que, para mí, expresar nostalgia a través de la poesía no
significa ser pesimista ni derrotista. Y el ejemplo lo tenemos en el mismo
Mario Rubén, un hombre que sueña y espera con fe todo lo mejor para su pueblo,
para su gente; un ciudadano que asume el firme compromiso de lucha en unidad
con su pueblo al que ama entrañablemente. Su acento nostálgico le viene –como
lo tenemos dicho– de su historia personal. Pero él ha tenido el buen tino de
asumir esa nostalgia como un bien y de convertirla en fuente de su poesía.
Procedió como aquellas personalidades poderosas que convierten en virtud su
defecto principal. Es posible que la nostalgia sea el estado
predominante de su alma, como también que no lo sea; pero no hay dudas de que
es la fragua donde cobra forma su esplendorosa poesía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar