viernes, 17 de febrero de 2012
JUAN MAIDANA, un poeta verdaderamente popular
Comenzó cultivando la poesía a edad muy temprana, según él
mismo a los 13 años, y debió ser así porque sus primeros versos fueron
publicados por “Ocára Poty Cue mí”, la más antigua y prestigiosa revista
que divulgaba la poesía popular escrita en guaraní paraguayo en los años 30, y
cuya gran parte pasó a formar el cancionero popular paraguayo. Más
adelante publicaron sus poemas las revistas Ysyry, Eirete Ñu y
otras.
Juan Maidana no llegó a publicar un poemario porque entonces
no se estilaba. Los poetas populares publicaban sus poemas en forma
colectiva y sólo a través de las revistas mencionadas, razón por la cual
muchas de sus obras se hallan inéditas y por ende desconocidas. La
única obra publicada por él mismo bajo los auspicios de la iglesia cristiana
evangélica “Misión de Amistad” fue “Mitã rerahaha”, editada bajo la
dirección de Rudi Torga, prologada por mí y presentada al público por Roberto
A. Romero el 16 de mayo de 1980; obra que merece un comentario analítico.
Como poeta es uno de los más grandes artífices del idioma
guaraní. En cuanto a la forma poética se ciñó estrictamente a la preceptiva
literaria clásica; es decir, escribió siempre bajo formas españolas, con
estrofa, métrica y rimas regulares. Su obra alcanza alto nivel poético
por la profundidad de sus pensamientos, por el dominio absoluto del idioma y el
manejo magistral de la técnica poética. Varios de sus poemas fueron
musicalizados por destacados compositores como Emilio Bobadilla Cáceres,
Agustín Barboza, Pedro Barboza y otros, y forman parte de los primeros versos
del guaraní paraguayo grabados en discos.
Sus obras teatrales generalmente nombradas son: Chapetonía
yma guare, Póra, Karai pyhare, Porayhu y Mba'éicha rupi orekuéra
okaraygua. Esta última fue publicada póstumamente por la revista de la
“Misión de Amistad” titulada: Ñande Reko Cuadernos de Literatura
Popular, No. 3, en 1986. Las demás se hallan inéditas.
Mitã rerahaha. Es una obra escrita en versos octosílabos. Consta de 146
estrofas integradas a su vez por ocho versos cada una; se halla dividida
en 28 capítulos y es enteramente narrativa, razón por la cual, por su argumento
monotemático y su envergadura, en su momento la califiqué como: “La primera
novela en guaraní”. Su estructura, aparentemente lineal, es sin
embargo envolvente, porque hacia el final se produce un cambio de plano para
volver a tiempos y episodios anteriores.
Quienes hemos conocido a Juan Maidana creemos que esta obra
es en gran parte autobiográfica. En la misma, “Juanchí” el protagonista es un
niño campesino, huérfano de madre y de padre irresponsable, por cuyas
consecuencias sufre tantas peripecias que lo lleva a una frustración
definitiva como persona. Aparece como victimaria la propia comunidad,
indiferente, insensible ante los sufrimientos del más débil de sus miembros.
Juanchí toma conocimiento, ya muy tarde y sólo en sueños, de las causas
de su desgraciada vida. Le cuentan que fue originada en los errores cometidos
por su madre, una mujer que, llevada por su excesivo orgullo y sus
desmedidas ambiciones, escogió al peor de los hombres, el cual la
abandonó embarazada; ella murió al traer al niño al mundo y lo dejó
librado a su suerte. Criado por personas extrañas, Juanchí fue objeto
de todos los abusos, ensayó los más diversos trabajos y llegó a la máxima
degradación humana por causa de la pobreza material extrema, la falta de
protección y de educación. Ya en la edad madura sus andrajos lo convirtió
en “mitã rerahaha”, el viejo de
la bolsa, supuesto raptor de niños. Su comunidad originaria, cuando ya no pudo
servirse de sus fuerzas se sirvió de su espantoso aspecto personal,
convirtiéndolo en instrumento de miedo para ejercer el gobierno de los niños.
En vista de ello, emigró a la ciudad con su familia, se instaló en un barrio
marginal donde sólo encontró mayor hostilidad. Allí empezó la reacción
negativa de su mujer que, influenciada por amigas, lo presiona a su vez a que
algo haga para escapar de la miseria. En su desesperación Juanchí crea
ilusiones y se aferra a ellas para no sucumbir. Primero se propone hacerse
compadre del “Tendota guasu”; luego,
cae en la ferviente búsqueda de la “pláta
yvyguy”, y así llega a los límites de su resistencia física.
Una tesis
De esta valiosa obra surgen conclusiones dignas de
consideración sociológica y psicológica, tales como que: toda persona recibe de
sus progenitores un conjunto de condiciones de vida al que podemos denominar
“la herencia total”. Es la suma de los factores genético, cultural, de expectativas
e ideales y de situaciones sociales y económicas. Ese conjunto de factores
condiciona una suerte de predestinación de vida para cada persona por medio de
complejos mecanismos. A esto se refiere el paraguayo cuando, esgrimiendo su
fatalismo, dice: “el destino de cada uno”. Este mal
llamado “destino”, si bien es un poderoso condicionante, no es
nada misterioso porque las condiciones están a la vista; pero lo más importante
es que no es atávico, porque toda persona en sí es un haz de posibilidades, una
energía en potencia y por ende puede sobreponerse al mismo. El autor antes que
negar este hecho, lo enfatiza. Una segunda aseveración encontrada en la obra es
que el rol de los padres como educadores es insustituible.
Tres hechos
Independientemente de su obra, Juan Maidana me ha impactado
con tres hechos: dos de su vida y otro acaecido ya en su muerte. El primero de
ellos, la demostración de que las ideologías difícilmente se imponen a la
cultura integral de la persona. Este poeta se reconocía a sí mismo como
marxista-leninista, pero en esta obra sostiene un principio jesucristiano:
alega que sólo el amor es capaz de redimir a la persona. El segundo
ocurrió en el hospital de Clínicas donde fue internado a raíz de un accidente
de tránsito, el arrollamiento del que fue víctima. Lo asistimos su hijo Abdón
Maidana y yo. En un momento le pide a Abdón que mande a retirar el suero que
estaba recibiendo, alegando que por esa vía, los esbirros de su archienemigo,
el dictador Stroessner, le estaban suministrando veneno. Naturalmente Abdón se
negó porque conocía la paranoia de la que sufría su padre; pero luego, cuando
horas después se produce su deceso le escuchamos al enfermero decir mientras
desconectaba los tubos del paciente: “Yo le advertí a los doctores que no
se le puede suministrar suero glucosado a un diabético; tenía que ser suero
fisiológico”. Como puede verse, Juan Maidana fue lúcido hasta el último minuto
de su vida. Finalmente, durante su entierro, en el cementerio de
Lambaré, nos faltó el cuarto hombre para trasportar el féretro, porque solo
estábamos Abdón, el cochero y yo, razón por la cual tuvo que hacerlo mi esposa
Margarita. Apenas ingresado al portón principal llegó el representante de
Autores Paraguayo Asociados (APA), el poeta Carlos Sosa, quien reemplaza a la
mujer pasando a oficiar ella de cortejo, pero no sola, porque allí apareció un
muchacho adolescente, andrajoso, aparentemente especial, que llevaba una bolsa
al hombro y nos acompañó. Al verlo le dije a Abdón: nos acompaña Juanchí,
el personaje de tu padre. Él abrió desmesuradamente sus grandes y azulados ojos
y comenzó a temblar. Finalizado el entierro lo buscamos al niño desconocido,
pero ya había desaparecido del lugar. Así ingresó Juanchí al mundo de
lo arcano, junto con su creador.
14 de febrero de 2012
Extraído de mi libro "La Poesía Guaraní del Siglo XX"
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario