Aprobación del Pabellón y Escudo Nacional en el Tercer Congreso reunido en el templo de la Encarnación el 25 de noviembre de 1842, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López.
Óleo sobre lienzo de Guillermo Ketterer pintado en 1957.

lunes, 15 de octubre de 2018

ELEGÍA A EMILIANO GONZÁLEZ SAFSTRAND


MAESTRO: ¿Por qué tanta prisa por llegar a la nada? Si vos, antes que nada, sabías que ella estaba allí, esperándote, esperándonos, en medio de la nada. Y hasta me ocultaste tu partida. Enterraron tu cuerpo sin que yo supiera nada, viviendo abstraído, incomunicado en este mundo hipercomunicado pero frívolo, poblado de vacuidades, nadando en naderías sin fin.

Teníamos que irnos a Guasukora, a lo del Pirulo, a hablar de... nada importante, etimología guaraní y otros meandros de la Filosofía; pero ahora ya nada. De repente vos ya estás en la nada y nosotros nos quedamos sin vos, que es como decir: sin nada. Sin nada sustancial, genuino, auténtico. Sin el hombre que escudriñaba el todo y la nada; del que se alzó en forma leve y mansa contra las ataduras de este mundo, del que supo liberarse para triunfar sobre la nada, hasta el punto de despreciar todo cuanto idolatran los dueños de la nada.

Diría que me he quedado muy solo y sin nada, si no se me hubiera quedado este gran dolor, que me acompaña en tu nombre, amigo mío. Este dolor de hombre que lacera mi alma desde el infinito. No sabía que me harías tanta falta ni que tu filosofía era importante en mi vida. Hemos hablado de todo; del todo y de la nada. Vos no le temías a la muerte; ella era ya tu amiga; la domesticaste. Ella pasó a formar parte de tu vida desde que dijiste: ella NO EXISTE; es una mera creación humana; producto del miedo. No puede existir desde que somos parte del todo. De allí no nos movemos, de él no nos escapamos. Somos esencialmente una partícula del todo. Entonces, ¿cómo escapar?, ¿a dónde ir? La muerte es una entelequia, una mera Ilusión. Estabas bien preparado para llegar sonriente a tu final, que para vos no era tal, ni siquiera la transformación de la materia. El agua puede asumir tres estados: líquido, sólido y gaseoso, pero sigue siendo H2O – me decías –  no hay mutación de la materia. Y así es el alma humana. Por tanto, la muerte es solo un paso, un cambio de estado nada esencial; es llegar a la nada para confundirse con el todo; para integrarse al todo de donde nunca se ha salido.

¡Hombre! ¡Qué bien preparado estabas para la muerte! Pero yo, que apenas me iniciaba en esa filosofía ¿qué puedo hacer ahora? Soy un aprendiz. No he crecido, no he madurado. No me puedo aún desprender de muchas cosas que, pensándolo bien, no son nada. Todavía no comprendo el todo. Todavía me asusta la nada, el vacío, el inmenso hueco que – según los guarani – está habitado por la neblina eterna, el tatatina vivificante; el jasuka, la materia primigenia.

Ahora estás recorriendo esos mundos que prefiguraste, que pudiste imaginar tan vívidamente, tan claramente. Ahora estás en tu salsa; en medio de la nada donde el todo se alimenta, integrado al cosmos, al todo, a lo único, a lo eterno. Que lo disfrutes, Maestro amigo. Esto puedo decirte solo yo, tu imberbe discípulo, y nadie más, porque aquí todos lloran tu partida menos yo pero solo porque me contengo; y debo contenerme porque sé que me reprocharías si llorara.

Cuando recupere mis fuerzas me iré a la quinta “Yvága” a verla a Viviana; a sentir allí el vacío creado por tu ausencia; luego junto a Yalí, a quien todavía no tengo el valor de visitarlo; pero antes terminaré de llorar a escondidas. No me dejaré ver en ese estado para simular que he comprendido tu pensamiento filosófico.

¡Cuánto creciste como persona humana en tan poco tiempo, mi querido Maestro! ¡Que inmenso sos frente a las pequeñeces de este mundo! Ahora que nadás en la nada, el todo se alimenta de tu esencia. ¡Cuánto te admiro, amigo! Que seas muy feliz en tu nueva vida; en tu nueva forma, la cual – según me enseñaste – no es nueva, porque no puede haber nada nuevo en el mundo de lo eterno.

Tadeo Zarratea

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