Señor Presidente
en ejercicio del Congreso Nacional,
Senador de la
Nación Dr. Enrique Bachetta
Señora Presidenta
de la Comisión de Cultura del Senado,
Senadora de la
Nación doña Blanca Ovelar
Dignísima Dama,
doña Eva García Parodi de Abente
Señoras María
Estela y María Eva Abente García
Señor Carlos
Ramón Abente García
Señoras y señores:
Vengo
a presentarles un hermoso libro titulado: “CARLOS FEDERICO ABENTE, EL SEMBRADOR
DE POESÍA”, de la autoría de nuestro escritor Mario Rubén Álvarez y la coautoría de Margarita Morselli, directora
del Centro Cultural de la República El Cabildo. Esta gran obra está editada por
el Congreso de la Nación, el Centro Cultural de la República El Cabildo y la Editorial
Servilibro.
Sobre
el libro en sí les diré pocas cosas, porque ni falta hace, tratándose de la
obra de un escritor avezado y de una
gestora cultural la larga trayectoria. Tomando nota de sus autores podemos
imaginarnos ya que la obra está correctamente organizada, cuidada en todos sus
aspectos, prolijamente editada, profusamente ilustrada con documentos
históricos, memorables fotografías que constituyen reliquias de nuestra cultura
y cuyo diseño estético delata también la intervención de las manos de Mirta
Roa.
Como
biografía ilustrada y comentada es una de las mejores aparecidas en nuestro
medio y eso debemos celebrar, porque la persona de quien se trata se lo merece y
con creces. Don Carlos Federico Abente
es una de las altas cumbres de nuestra cultura, y no agrego la palabra
“popular” porque conlleva un sesgo diminutivo, casi degradante, en este bendito
país nuestro, donde la denominada “alta cultura” se halla divorciada de la
“cultura popular” por obra y gracia del colonialismo cultural. En el concepto
de nuestra mediocre clase intelectual, lo que está escrito en guaraní es
popular, por el mero hecho de usarse esa lengua; y además, el valor semántico de
la palabra “popular” está bastardeada; no significa obra valorada y amada por
el gran público sino confinada al ámbito folklórico.
Hecha
esta aclaración previa, puedo ya afirmar que la obra poética del Dr. Abente es
innegablemente popular, porque es conocida, valorada y amada por toda la población
paraguaya. Esto es lo que tiene de “popular”, porque tratándose de su nivel
estético, éste se halla ubicado muy cerca de la cumbre en la escala establecida
por la preceptiva literaria. Es una poesía moldeada en la fragua del lenguaje
figurado, del lenguaje meta-lógico, del lenguaje simbólico. Por tanto, es
poesía culta por donde se la mire; poesía de alto nivel estético.
El
Dr. Carlos Federico Abente es uno de los ejemplos más vivos del intelectual que
no se aparta de la cultura de su pueblo; que no busca diferenciarse sino al
revés, busca afanosamente comprender y
hacerse comprender por el pueblo llano; busca empuñar y darle forma a los sentimientos
de la gente de pueblo. En el pasado el
Paraguay tuvo decenas de esta clase de intelectuales, pero últimamente deviene
en una especie en vías de extinción. No tengo cómo explicar el fenómeno, por
eso simplifico afirmando que es producto de la colonización cultural, del
neocolonialismo. Y es una desgracia, porque obviamente quien se aleja de la
cultura de su pueblo no se eleva sino se aliena, se enajena.
Una
corriente de pensamiento sostiene que las obras de arte son obras de los
pueblos y no precisamente de las personas que aparecen como sus creadoras.
El
Maestro José Asunción Flores, nuestro mayor músico y gran amigo de este hombre
cuyo centenario de nacimiento hoy estamos celebrando, estaba evidentemente enrolado
en esa corriente, porque antes que auto proclamarse como creador de la guarania,
le atribuyó esa creación al pueblo paraguayo. Lo dijo en su última carta
dedicada a la juventud paraguaya, dirigida al entonces presidente del Centro de
Estudiantes de Medicina, universitario Víctor Fanego, afirmando: Soy miembro del único pueblo del mundo que
fue capaz de crear la guarania. La guarania
es de mi pueblo. Allí están los sollozos de su pasión y los gritos de su
rebeldía. Nació conmigo, pero sobrevivirá mientras el hombre paraguayo sea
capaz de silbar una canción. Como se ve, Flores se consideraba a sí mismo
como un instrumento musical del Paraguay, como una guitarra del pueblo
paraguayo, de este pueblo que fue capaz de crear la polka paraguaya con sus
siete variedades y también la guarania.
Traigo
esto a colación porque quiero explicarme de alguna forma por qué la poesía de
Abente emociona con tanta facilidad y con tanta profundidad al paraguayo de los
más diversos estratos sociales. Se sabe
que los grandes poetas tienen como meta llegar a expresar los sentimientos de
su colectividad cultural. El poeta es un ciudadano más, pero un miembro
privilegiado por ser una célula sensible de la comunidad. Al alcanzar ese
objetivo es cuando el poeta se vuelve multitud, se convierte en vocero de su
pueblo. A través de un poeta identificado con su pueblo, habla el pueblo mismo.
Felices quienes logran esto. Felicitaciones a quienes se esfuerzan por lograr,
y conmiseración para aquellos que sólo desean expresarse a sí mismos, para
quienes ignoran a sus antecesores en el arte de expresar, para quienes no creen
en la concatenación de la cultura, para los que creen que cuando ellos llegaron
al parnaso fue descubierta la poesía verdadera; conmiseración para los que se
consideran superiores al pueblo mismo y pretenden hacer arte al margen de toda
cultura colectiva, para los que se distancian de su pueblo para sobresalir y
triunfar, para quienes por ignorar sus raíces se ignoran a sí mismos.
El
Dr. Abente alcanza en estos días, felizmente,
100 años de vida fructífera, pero todavía es poco; él vivirá más de 1000
años en el corazón de su pueblo, porque como miembro privilegiado, no por la
fortuna sino por el talento, se ha convertido en un instrumento cuya función ha
sido potenciar la voz de su pueblo hasta los más altos decibeles.
Conocí
al Dr. Abente el 17 de setiembre de 1991, en la Casa de la Cultura que
funcionaba en la ex Escuela Militar, aquí mismo, en esta manzana. Fue en
ocasión de presentar al público uno de sus libros: “Che kirirĩ asapukái haguã”, y en esa ocasión dije lo que ahora
repito porque sé que le gustaron estas palabras. Entonces dije:
“Me ha tomado totalmente de sorpresa
la solicitud del Dr. Abente, de presentarle este libro, por cuanto que no me
considero con suficientes méritos para que se me confiera tan alto honor, y así lo he hecho notar al
intermediario don Gilberto Rivarola, con total espontaneidad.
Jamás habría imaginado yo este momento cenital de mi vida, de tenerlo
presente ante mis ojos, y en el marco de su propia ecología humana, al inmortal
autor de “Ñemitỹ”, Dr. Carlos Federico Abente. Y mucho menos podría imaginar
tener en mis manos este poemario que recoge una buena parte de su obra poética
en guaraní.
Siempre me llamó la atención el hecho
de que los grandes hombres, los científicos y los intelectuales más profundos, recurrieran
a la poesía en su edad madura. Por aquel tiempo yo pensaba que esos hombres se
encontraban por encima del marco etéreo del lenguaje poético. Pero estaba
equivocado y aquí tenemos una prueba más: un profesional de renombre, un
científico, que recurre a la poesía para gritar su condición de hombre, de
persona sensible, de paraguayo y de transterrado”. Evidentemente el frío
lenguaje de la ciencia no basta para nombrar lo innombrable. Las sensaciones
sinestésicas del alma humana”.
Luego
de realizar minuciosos análisis de la poesía abentiana para su publicación en la antología de los poetas de la
lengua guaraní del siglo XXI, he arribado a algunas conclusiones sobre la gran
obra poética de don Carlos Federico. Allí he dejado escrito que:
Si bien es un poeta excepcionalmente
bueno en lengua castellana, él se aferró a la lengua guaraní como a una tabla
de salvación en el mar; como un cordón umbilical con su cultura propia. Él,
íntimamente, nunca aceptó su separación del Paraguay, y la lengua guaraní le
permitió sentirse siempre dentro del país.
El Dr. Abente es un hombre que irradia
una fuerza extraordinaria, como persona y como poeta. Sus versos y su voz se
hallan impregnados de una energía poderosa que se presenta sin convocatoria,
sin que él se proponga; aparecen como una eclosión; dimana simplemente de un
espíritu poderoso. Pareciera que toda esa fuerza proviene de su
integridad moral, de su conducta ciudadana y de su compromiso con el destino de
su pueblo. Sin embargo, no es así; es independiente de esos atributos, que
también los tiene, pero no. Les aseguro que simplemente proviene de su vena y
de su verba poética.
Recuerdo que durante la larga
dictadura mis alumnos de la universidad tenían el deseo, muy intenso por
cierto, de cantar Ñemitỹ en coro, en la plaza pública, a
modo de provocación al dictador. Más de una vez les prometí que cuando
lleguen los tiempos de la libertad formaríamos un coro de 60 voces para
cantarla. Esta canción es más que emblemática en la lucha por la libertad
y la redención del Paraguay; es una canción motivadora, energizante, que causa
emociones muy profundas. Es un canto del labriego, del campesino
paraguayo postrado en la indigencia, pero Abente, que se encuentra
inmerso en ese campesino y nos habla desde allí en primera persona del plural,
se ubica muy lejos de la auto conmiseración para emitir un mensaje optimista,
lleno de esperanzas, de promesas; anuncia la alborada, el fin de todas las
penurias y la redención del Paraguay. Este anhelo expresado en la canción tiene
una magia; se apodera automáticamente del paraguayo, sea cual sea su condición
social. Es una canción que crea una fuerte comunión de ideales. El poeta
Abente sabe de lo que habla, de lo que él ha pasado, de lo que ha pasado su
país, de lo que su pueblo viene pasando; por eso está tan cerca de los
sentimientos más profundos que se encuentran soterrados en el corazón del
pueblo. Es posible que Abente sea el único paraguayo consciente de la gravedad
de la situación paraguaya. Esta forma de encarnar el sentimiento popular es más
propia de los políticos, pero la política es un arte-ciencia que Abente nunca
ejercitó. Refiere que a pesar de su íntima amistad personal con Flores y
muchos de los que conformaban el grupo político de éste, Abente nunca adhirió a
la ideología sustentada por ellos; tampoco tomó partido por las organizaciones
políticas tradicionales del Paraguay. Sin embargo, sus poemas siempre
fueron caballos de batalla política debido a su enorme dimensión social y
patriótica. El partido de Abente es la patria toda, íntegra, sin
divisiones; y la fórmula para la redención del país que él propone es
simplemente el trabajo, la
producción, junto con la unidad nacional, la fraternidad y la solidaridad entre
los paraguayos. Abente no inventa soluciones mágicas. Como poeta que intuye el
futuro se adelantó a las conclusiones de la Cumbre de la Pobreza de Copenhague
de 1995. Allí, en ese foro universal se dijo, con la más alta de las voces, que
“la pobreza extrema degrada a la persona humana” y que “la única fuente
creadora de riquezas es el trabajo humano”. Hoy toda la humanidad
comprende que es así, pero nuestro poeta lo dijo 50 años antes.
Su obra poética se encuentra sin ser
evaluada por los críticos, pero definitivamente consagrada por el pueblo que la
ama y la enarbola. Publicó en total 5 poemarios: Che kirĩrĩ asapukái haguã – Para gritar mi silencio
(1990), Kirĩrĩ sapukái –
El grito del silencio (1995), Sapukái
– Poesías inocentes
(1997), Sapukái sunu – Grito de trueno (2001), y Ñemitỹ Antología poética (2009).
Como se ve, en los títulos
de cuatro de sus poemarios aparece la palabra Sapukái, el grito, por momentos
contraponiéndose al silencio. En un poema dice: “Quiero gritar mi silencio” sugiriendo
que en su interior se halla contenido, por alguna razón, algo grave, algo
grande. Su silencio es una amenaza de eclosión y su voz es un grito, un Sapukái, un trueno.
Tengo el honor de haberme ganado su
amistad. Hemos compartido momentos culturales y familiares, tanto en Asunción
como en Buenos Aires. Nuestras tertulias literarias, matizadas por esta gran
compañera de su vida, doña Eva García Parodi de Abente, nunca han tenido
desperdicios. Cuando lo tengo en mi presencia y lo observo, por
momentos imagino que sus canas no son tales, sino lavas del volcán
que lleva adentro”.
Ha avei péicha ha’eva’ekue chupe upe ramo:
“Reñemyrõne che ndive, ryke’yvusu,
aityvyro’ỹramo ñane avañe’ë, ko ne
rembiapopy porãite
ojeguerovy’ahápe. Upévare péina aipovã vevuimi nde apysápe, nde ryvy
pahaguemícha, ko’ã che ñe’ẽ. Ndachéi va’erã jepe niko kuri la ápe oúva oñe’ẽ. Ápe niko
tekotevẽkuri ou Ortiz Guerrero térã Emiliano, térã Campos Cervera, ha tove José Asunción
tombojeguaka umíva ñe’ẽ mba’epu rorýpe. Ape ñaikotevẽ peteĩ mbaraka guasu yvyra
porãgui
ijapopyréva, oñemosãva mborayhu ryvípe, mboriahu ry’áipe ojahupyréva ha ipúva ipuháicha
chokokue ahy’o umi takuare’ẽndýre”.
Ha péina ko’ãga ha’e jey voi.
Tekotevẽ
jajupi oñondivepa amo yvatete, pe amo yvyty pane ru’ãme, Areguápe, oĩhápe ñane
retã apysa ha ijuru, pe estación terrénape, ikatu kuaa haguãicha upe guive ñañehenduka
opaite yvypórape, mayma tapicha oĩva ko yvy apérepe, jaguerohoryha ñaína ko’ápe
karai guasuetépe, “Ñemitỹ” apoharépe, isánto
ára rehe, ombotývo 100 áño. Upépe tove tajaguerosapukái ko mba’e guasuete, ñande
ahy’o ipyáu peve.
Enterove
ápe ñaiméva ñahendu ypy ne raka’e ñane mitãrõ, ku purahéi hérava “Ñemitỹ”; ha
upe guive upe purahéi ñanemoirũ añete, ñanemongakuaa, ñanembokaria’y ha
ñanemombarete. Upéva hína upéicha pe mboriahu pyapy ñañandúgui ipype; jatopágui
ipype tetã resay oñehẽmba’ỹva araka’eve, ha tetãygua mba’apohára kerayvoty. Ha
upéi, ñane retã ho’a ramo guare tekove tajasu poguýpe ha ñanderereko mymbárõ,
ñahendu javérõ Ñemitỹ jahecha hechámi vaicha ñandéve ñane retã pykuaha oso ramo
ha ñaime haguéicha jajepepy ramo jasapukái. Hi’ãntemi ñandéve jahecha ko tetã
ojetyvyro ramo ha arai resáre ojepytaso. Ajépa niko hetaite mba’e ohatapyña
ñande pype upe purahéi. Ha’e avei pe ko’ẽ pyahu ohechaukáva ñandéve, otiri-jeka
ramo pe ára rapópe, pe amo ñu apýpe, ára mataitépe. Umícha javerõ niko ñañandúmi pe yvytu vevúi
ñanderovajohýirõ ha ohavi’ũ ñande pire kyrỹi, ñanembopiro’y ha ñanemombytu’u.
Chepyahúpemi
aimo’ã pe Ñemitỹ ou ymaitevégui. Ha’etémi chéve ku yvyguýgui osẽva, ñane retã
rapo kua rupi. Naimo’ãimi voi ijapohare oikovéne haguã. Nahendúimi voi chemopirĩ’ỹre; katuetémi che’angapyhy. Upévare
ambopurahéimi cheremimbo’ekuérape. Aipotágui oñandu hikuái mboriahu angata ha
ikerayvoty. Aipotágui oñandu pe jerovia ome’ẽva mayma tapichápe. Ñemitỹ
ñahendúrõ ha’ete voi ku agãite herãntema ñasẽmbátava ojohapépe, jajotopapátava,
ñañomomaitei ha jajopopyhýtava, ha oñondivepa ñagueroko’ẽtava Paraguái pyahu.
Ñahendúrõ
hína he’i ñandéve: “Topa ñembyahýi /
joayhu taheñói / Toppu’ã ñane retã / Ñañembytypa ha jasapukái / vy’ápe che retãygua”,
niko, ñañeporandu voi: ava piko ñandepykua, ajevérõ ã mba’e ndajajapói. Máva
piko ñande po joko. Araka’e piko ñaimembáta oñoñe’ẽme jaityvyro haguã ko tetã.
Aníkena
tetãygua ñaiméva hu’ã ipiru ñande pýri ko’ã karai Abente kerayvoty. Ani jaheja
omano ñandepype ko’ã mba’e ipotapýva, ohesapéva ñane akãpy ha oipyguaráva ñane
korasõ. Chupe ñambojeroviapotávo kena ñamba’apo akói ñane retãre ha ñande
rapicháre. Ha ani ñame’ẽtei juruja oguahẽ meve ñandéve ára pyahu, teko pyahu ha
tekojera mborayhúpe oñemondéva.
Aguyje.
Tadeo Zarratea
Paraguay, 27, agóhto, 2014.
Descargar el documento en formato pdf haciendo clic aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario