Aprobación del Pabellón y Escudo Nacional en el Tercer Congreso reunido en el templo de la Encarnación el 25 de noviembre de 1842, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López.
Óleo sobre lienzo de Guillermo Ketterer pintado en 1957.

martes, 29 de abril de 2014

RUBÉN BAREIRO SAGUIER: PROPULSOR DE LA LENGUA GUARANÍ Y DEL BILINGÜISMO PARAGUAYO

Por Tadeo Zarratea

Conferencia dictada en el acto de homenaje a RBS
Alianza Francesa, Asunción, Paraguay. 28-04-14

Kuñakarai ha karaikuéra peiméva. Tapendepyhare poräite.

No es común en el Paraguay encontrarse con intelectuales de talla, que toman partido en forma decidida por la preservación y el uso del idioma guaraní, y consecuentemente por la permanencia del bilingüismo paraguayo.  La postura asumida por Rubén Bareiro Saguier frente a esta cuestión, ha sido una excepción. Él apostó a favor de ambas lenguas y del bilingüismo, y como tercer aporte en la apertura de nuevos caminos a la literatura paraguaya, cultivó, defendió y trabajó por dar identidad al castellano paraguayo.

La historia de su proceso de evolución personal para esa toma de conciencia, que concluye en la asunción de una postura firme y distinta, es poco conocida. Solo se tiene revelado que su infancia y juventud las vivió en su Villeta natal, en una casa solariega del núcleo urbano, rodeada de viviendas del pueblo llano. Se sabe que es nieto de gallegos y españoles de otras regiones y que su apellido proviene de Barreiro, palabra galega modificada en el Paraguay por algún hecho fortuito.  Es tradicional en el Paraguay que una familia como ésta use como lengua del hogar la castellana y además prohíba el uso del guaraní a los niños. Además en aquellas épocas la escuela, el colegio ni la universidad daban cabida alguna al idioma y a la cultura guaraní. El resultado normal era axiomático: un profesional adulto que, además de la lengua castellana, solo pretende aprender otras lenguas europeas, sin ningún interés por el guaraní y con profundo o moderado rechazo del mismo, y por ello, privado también del conocimiento de la cultura campesina vertebrada por esa lengua.  No sé cómo hizo Rubén para escapar de lo común; para no ser el resultado buscado y siempre logrado por el sistema educativo. Lo cierto es que desde la asunción de la postura mencionada demostró mucha coherencia, madurez y firmeza intelectuales.  

Uno puede aventurarse y decir que fue su tempranero exilio el que lo arrimó a esta rivera, pero hay indicios y pruebas de que su adhesión a esta corriente de pensamiento cultural se produjo antes de su primer exilio.  Por ello, estamos en condiciones de afirmar que Rubén tuvo una madurez intelectual casi prematura y una claridad de pensamiento desde los inicios de su militancia cultural. No obstante, es verdad que el exilio acentuó en él la convicción de que el idioma guaraní es un patrimonio intangible de primerísimo valor para el pueblo paraguayo, tanto porque le permite definir y fijar su identidad cultural como por ser el medio de comunicación coloquial de la mayoría nacional. A ello debe sumarse el poder de penetración profunda que tiene esta lengua para bucear en el pensamiento y el sentimiento del paraguayo, así como lengua hábil para el desarrollo de las artes del lenguaje e incluso para dar una personalidad estética distinta a la literatura paraguaya que se da en lengua castellana.

Evidentemente Rubén abrevó en las fuentes descubiertas por el sabio suizo paraguayo Moisés Santiago Bertoni, intelectual y científico que inició en el Paraguay la reivindicación de la persona del indígena, así como de la lengua y la cultura guaraníes. La corriente de Bertoni fue asumida por una tetralogía de intelectuales paraguayos integrada por: J. Natalicio González, Narciso R. Colmán, Manuel Ortiz Guerrero y Leopoldo Ramos Giménez, quienes en las décadas del 20 y 30 prosiguieron el camino abierto. Colmán intenta recopilar la cosmogonía guaraní, pero concluye realizando una asimilación a la cosmogonía judeocristiana. Debe aclararse por ello y para evitar equivocaciones, que Ñande Ypykuéra no es más que una obra artística literaria que sin ningún rigor científico recoge fragmentos de la mitología guaraní.  Ortiz Guerrero por su parte alega que la “india desnuda / que la selva es su hogar / también sabe querer / y también sabe soñar”, dos atributos esenciales de la persona humana que hasta entonces la Iglesia Católica le negaba al indígena. J. Natalicio González realiza estudios bibliográficos intentando concluir obras científicas, pero lo traiciona su excesiva admiración por la lengua y la cultura estudiada, que le hace perder rigor científico. Es así como apareció tímidamente en el horizonte cultural paraguayo una corriente reivindicadora de la cultura propia, que viene abriéndose camino trabajosamente frente a la apabullante cultura oficial monolingüe, discriminante, marginadora y detractora de todas las expresiones provenientes del mundo guaraní. 

Bareiro Saguier realizó un análisis de las labores desplegadas por este grupo al cual dio en llamar: “La generación nacionalista/indigenista del Paraguay”. Señaló varios aciertos como también los errores cometidos por el grupo, siendo uno de ellos el hecho de no haber ido hasta las fuentes, hasta el monte, en donde se encontraban los indígenas guaraní, para estudiar desde allí mismo la cultura de ese pueblo. Dice que el grupo fue maniqueísta y desinformador porque para cuando entonces ya se había publicado la obra del etnólogo alemán Kurt Nimuendajú Unkel, y ellos la ignoraron. Rubén fue muy lapidario con ellos, porque si bien la obra de Nimuendajú, “Los mitos de creación y de destrucción del mundo” estaba publicada, se hallaba en lengua alemana y su traducción al castellano realizada por el paraguayo Juan Francisco Recalde fue muy posterior. Pero es verdad que Bertoni y J. Natalicio González no pudieron haberlo ignorado.  Si Rubén es muy estricto en su crítica, lo es porque siempre sostuvo que los intelectuales no tienen derecho al error, habida cuenta que detrás de ellos pueden equivocarse pueblos enteros. En consonancia con dicho criterio, él tenía mucha seguridad en sus conocimientos propios.  Eso lo demostró en la Convención Nacional Constituyente de 1992, cuando todos los convencionales estábamos pendientes de su palabra para aprobar los artículos constitucionales que declaran al guaraní como lengua cooficial del Estado y que ordenan la alfabetización del niño en su lengua materna.  En esos momentos de decisión suprema, nuestras dudas fueron despejadas por él, con sus vastos conocimientos y su proverbial honestidad intelectual.  Allí nos brindó la seguridad necesaria para señalar un nuevo rumbo en la política cultural del Paraguay.  

Rubén no era hablante eficiente del guaraní.  Sin embargo no creo que haya ignorado una sola palabra del léxico del idioma, aunque ciertamente tenía dificultades para la comunicación oral. Ayudado por su multilingüismo en lenguas europeas y el conocimiento de la lingüística, desentrañó las categorías gramaticales y la estructura sintáctica del idioma guaraní.  Esto le sirvió para enseñar la lengua en universidades francesas.  Allí también realizó estudios fonológicos de las vocales del guaraní con el lingüista francés Michel Dessant, monografía que le publicamos aquí en la revista Ñemitÿ. En sus últimos años trabajó en el anteproyecto de la Ley de Lenguas y culminó su militancia como Académico de Número de la Academia de la Lengua Guaraní. Estos son los servicios que él ha prestado a la lengua.

Su aporte a la literatura

La especialidad de Bareiro Saguier era más que la lengua, la literatura, y para el efecto realizó estudios muy acabados de la obra de León Cadogan.  Rubén tomó como obra literaria el Ayvu Rapyta de Cadogan, señalando que allí se encuentran las expresiones estéticas más genuinas del pueblo guaraní.  Es posible que tenga razón, pero no comparto dicha postura.  Lo tengo dicho y escrito en un libro que anda por allí, que la oratura sagrada de los pueblos originarios de América está lejos de ser literatura de ficción en el sentido dado a este género por la cultura occidental.  Sus traducciones de Cadogan y sus opiniones sobre dichos textos fueron publicados en Caracas bajo el título de: “Literatura Guaraní del Paraguay”, en 1980; y en segunda edición, revisada y ampliada, por Servilibro de Asunción, en el 2004.

Su aporte al bilingüismo

Si el bilingüismo oral guaraní-castellano antes que separar a los paraguayos, los une, el bilingüismo literario debe hacer lo mismo. Por eso quiero destacar que en el mundo de la literatura castellana del Paraguay hay literatos que militan en el bilingüismo, aun cuando son monolingües o precariamente bilingües. Por ejemplo, Rubén Bareiro Saguier, con esa diafanidad de conducta que le caracterizaba, decía a cuantos querían escucharle: “yo lamento no poder escribir en guaraní porque fui formado en la cultura colonialista; no tengo capacidad para escribir en esa lengua, pero apoyo con todo fervor a quienes lo hacen porque es la lengua propia del Paraguay”

Aportes al castellano paraguayo

Bareiro Saguier tiene además el mérito de haber abrazado el castellano paraguayo en literatura y de haber contribuido en la formación de la identidad propia de la literatura paraguaya en castellano. 

Mario Benedetti afirma: “Todos los relatos como los poemas de Bareiro Saguier, escritos en castellano, son atravesados por el trazo linguistico del Guaraní.  El mismo poeta lo reconoce así: la estructura que vertebra los poemas está más próxima al guaraní que al español. Por otra parte, Bareiro Saguier se sabe un escritor culturalmente mestizo, pero a partir de esa toma de conciencia, que es también asunción de identidad, impulsa en su propia obra un desarrollo literario de ese mestizaje.  La consecuencia de esa actitud es que el guaraní no se infiltra en su castellano solo como lengua; trae consigo además todos los mitos, bestiarios, leyendas, que constituyen su apoyatura natural”.

Roa Bastos por su parta afirma: “Rubén Bareiro Saguier completó, por decirlo así, este proceso de incorporación del venero subyacente del habla guaraní en las formas de la lengua culta”.

Concluimos con esta opinión de Orlando Jimeno-Grendi sobre Bareiro Saguier que dice: “En la fértil mirada de Rubén germina la semilla de la frase. Rubén escribe e inscribe, describe y descrivive su poesía y su prosa en una relación biunívoca de correspondencias temáticas, fino estambre de isotopías nutridas por ese rumor lingüístico materno que circula, linfa vital, insuflando a la frase española paterna, sabia, sabor y saber. La tierra mental de Rubén es su tierra natal con la cual evidencia su condición de paraguayo, sus dos hemisferios lingüísticos y afectivos, esa conciliación de la bipolaridad mestiza en un acto de creatividad irredenta e inmediata”.

Néi, che ryke’y. Ne ängue omyenyhë ko koty guasu, ko pyharépe, ha che añesupehë ha ajerojy ne renondépe.

Aguyje.

Muchas gracias.

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