miércoles, 28 de enero de 2015
Semblanza de Rubén Bareiro Saguier
Estimados
amigos y amigas:
Estamos
aquí celebrando la vida del Maestro del Arte Rubén Bareiro Saguier, porque nos
consideramos discípulos de él. Como es de conocimiento elemental, para el
artista, sus verdaderos herederos no son sus hijos sino sus discípulos. Esta
condición se adquiere a través del conocimiento, la valoración y la admiración
de la obra de un maestro en el arte. Discípulos son los que continúan
difundiendo las obras de su maestro; los
que siguen analizando y evaluándolas con el fin de obtener enseñanzas. Discípulos
son los que defienden las obras de su maestro y los que tratan de ubicarlas en
el lugar que les corresponde en el conjunto y de mantener al autor en el parnaso
de los grandes.
Paraguayos
poco informados me preguntaron en estos días quién fue Rubén Bareiro Saguier y
por qué preparábamos este homenaje para el día de hoy. Les contesté que en la
fecha (22 de enero de 2015) se cumplen 85 años de su nacimiento, el primer
cumpleaños que no alcanzó a celebrar. Esa pregunta me motivó a preparar esta breve semblanza de su persona en los
siguientes términos: Fue ante todo un paraguayo y como pocos, un paraguayo de
ley como decimos por aquí. Nació en
tiempos de turbulencia política y estrecheces económicas en el país. Se
amamantó de la tierra madre en la cuna de la dignidad y fue alimentado en su
infancia con los frutos de una tierra ensangrentada por la violencia de las
ambiciones mezquinas. Fue un niño escuálido que apenas soportaba el peso de sus
grandes sentimientos de justicia y libertad, valores que fueron creciendo en su
corazón y alcanzaron ribetes siderales en su adultez. Víctima como fue de los
abusos contra los derechos humanos elementales, se convirtió en paladín en la
defensa de tales derechos que embeben la libertad en todas sus formas, el bien,
la verdad, la justicia y la paz; presupuestos esenciales para la felicidad de la persona humana. Pero las
personas que son superiores por sus condiciones morales e intelectuales, no se
detienen en los límites de estos valores supremos como los llamaba Platón. Ellas entienden que si bien la vida es llevadera en
el ambiente donde se respetan todos estos valores, no es sin embargo completa.
Algo falta aún para que se logre la felicidad. Por eso estas personas
trascienden y llegan a enarbolar otro de los valores supremos, consagrado también
desde la antigüedad y que es la suprema belleza. Y a ella se llega
sólo a través de la contemplación de la naturaleza y de su reproducción
imperfecta realizada por el talento humano a través de la creación artística en
todas sus formas.
Rubén
cultivó el arte literario en los géneros de poesía y narrativa; y llevado por
ellas desembocó en el campo de la lingüística, ciencia que aprendió en el viejo
mundo y le sirvió de mucho para explicarse la situación lingüística de su propio
país. Eso también le sirvió de mucho al Paraguay, porque si no fuera por la
intervención de Rubén en los debates previos y en la misma plenaria de la
Convención Nacional Constituyente de 1992, tal vez hoy el Paraguay seguía sin
tener dos lenguas oficiales. Todos los
convencionales dudábamos ante la propuesta de
elevar hasta el nivel de lengua cooficial del Estado al idioma guaraní,
porque era un desafío muy grande. Allí hizo escuchar su voz el hombre que venía
de abrevar en las fuentes más profundas y depuradas de la ciencia lingüística
en París. Y él nos dijo: “Vamos adelante. No nos vamos a equivocar.
Tenemos un gran pueblo que sostendrá esto. Un pueblo que ama su lengua y su
cultura. Los detalles se ajustarán a lo largo de un proceso que comenzará con
esto. No se preocupen”. Estas autorizadas palabras, inmediatamente secundadas
por el no menos prestigioso intelectual Carlos Villagra Marsal y los
convencionales Jesús Ruiz Nestosa, Oscar Paciello, Alcibiades González
Delvalle, Sinforiano Rodríguez y este modesto servidor entre otros, sembraron
la convicción en los convencionales de todos los partidos y movimientos
políticos, al punto de aprobarse la propuesta por la más absoluta unanimidad el
18 de mayo de 1992 a las 18 horas.
Hoy
estamos enfrentados al deber de implementar la disposición constitucional. Son
muchas las dificultades y los mayores escollos provienen de los supuestos
estudiosos de la lengua, formados en la escuela del conservadurismo, del
dogmatismo, el patrioterismo y el fanatismo abyecto. Pero creo que saldremos
adelante, porque esta no es sino una etapa del proceso que señalaba Rubén. Ya
hará oír su voz el gran pueblo a cuyo servicio está la lengua; el pueblo
hablante del guaraní, el soberano de la lengua.
Otra
de las grandes contribuciones de Rubén a la literatura paraguaya fue el nuevo
lenguaje usado en la narrativa de ficción creada en lengua castellana. En la
materia él abrazó el castellano paraguayo, y para que no
haya confusión, aclaro: el castellano paraguayo en su nivel culto; porque esta
variedad de castellano tiene dos niveles: el popular y el culto. El popular o
coloquial es aquel que incorpora ciertos morfemas del guaraní, elementos que el
nivel culto no utiliza; y con ese castellano le dio personalidad propia a la
narrativa paraguaya, la sustrajo de aquel ropaje artificioso que le daba el
castellano supuestamente castizo, el castellano cursi, que no es representativo
del habla del pueblo paraguayo. En esto
forman una trilogía con Roa Bastos y Villagra Marsal. Espero que estos
Maestros tengan seguidores, porque es el
camino correcto que debe seguir nuestra literatura.
Rubén
nos dejó también un libro titulado: La literatura guaraní del Paraguay,
en cuyas páginas desgrana los más enjundiosos análisis de los textos indígenas,
aquello que él consideraba la raíz de la literatura guaraní; pero no me
extenderé sobre este punto porque es tema que le corresponde exponer hoy a
Feliciano Acosta, aquí presente.
En
cuanto a su labor poética, sostienen los entendidos que Rubén es un poeta
exquisito. Una admiradora sostenía que
su mismo nombre es un largo verso. Y debe ser así porque fue un hombre
exquisitamente ilustrado, lúcido, ubicado en su tiempo y en sus circunstancias,
y además un hombre íntegro y sincero; un escritor intelectualmente honesto. Yo
dejo la evaluación y calificación a cargo de ellos porque no soy especialista
en lengua castellana y menos en análisis literario en esta lengua que apenas
hablo. A mí solo me interesa el lenguaje
utilizado; qué clase de castellano usa en sus obras, de qué nivel y con cuáles
características; si sus obras tienen o
no el sabor de la tierra y del pueblo aludido en ellas, porque para mí los
verdaderos autores de las obras literarias son los pueblos; el individuo, poeta
o narrador, es sólo un instrumento de ese pueblo, un exponente, un intérprete. Es
por ello que, cuando un pueblo no se siente representado por un escritor, los
ciudadanos sólo llegan hasta el respeto con respecto de él; muchos creen que
tal vez solo él no lo comprende y suponen que los demás sí estarían dándole mucho valor; pero en la realidad casi
nadie lo está haciendo. En cambio quienes asumen el lenguaje y los valores de
su pueblo serán más que respetados, estimados, admirados, comentados, imitados
y en suma, amados.
El
Paraguay como país tiene muchos problemas y de todos los órdenes. Uno de ellos
es el lingüístico; problema que tiene sus efectos en los ámbitos de la
educación y de la literatura. El sistema educativo paraguayo no da pie en bola
por causa de la indefinición lingüística; pero no solamente porque el país
tiene dos lenguas y el Estado no direcciona ni administra ese bilingüismo, sino
porque el sistema educativo no asume las variedades dialectales propias y en
uso en ambas lenguas. Y para la definición de estos temas cruciales es
fundamental la lucidez, claridad y coraje personal de los intelectuales.
Nuestra
literatura es escasa y pobre porque no gana el cariño ni la admiración del
pueblo; es una literatura impostada, rebuscada, cursi y anodina. Les aterra a nuestros escritores el
lenguaje corriente de su pueblo; por eso es que nos hablan como si fueran
extranjeros; ellos imitan otras formas de lenguaje, de otros pueblos o de ninguno.
Sin embargo la producción literaria no es poca, pero la mayoría de los libros
están archivados por falta de lectores. Son libros que no despiertan el interés
de la gente.
Un hombre, como Rubén Bareiro Saguier, que ha
aportado sus conocimientos, su trabajo, su esfuerzo, su talento y su coraje
para resolver parte de estos problemas nacionales, es alguien que se merece la eterna gratitud de su pueblo.
Exposición realizada por Tadeo Zarratea en la Casa de la Cultura Augusto Roa Bastos, el 22 de enero de 2015.
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