Aprobación del Pabellón y Escudo Nacional en el Tercer Congreso reunido en el templo de la Encarnación el 25 de noviembre de 1842, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López.
Óleo sobre lienzo de Guillermo Ketterer pintado en 1957.

sábado, 21 de marzo de 2020

LA CONDICION HUMANA


         La pandemia del coronavirus es la primera guerra verdaderamente mundial que padece la humanidad. No es una guerra entre naciones sino de un enemigo invisible contra el hombre mismo, contra la persona humana. En nada se le parece a la segunda guerra mundial. Quizá cobre menos vidas humanas, quizá más, pero es distinta. El enemigo no está localizado y ninguna nación deja de ser atacada. ¿Cómo se pude comparar con la segunda guerra mundial? Nada que ver. Aquella tuvo sus crueldades, sus malditos culpables. En esta, solo vemos la impotencia, no de la gente común, sino de MÉDICOS LLORANDO de impotencia en las redes sociales, porque se ven obligados a decidir a quién dejar morir y a quién tratar de salvar la vida, como si fueran dioses, unos dioses perversos.
         La pandemia y cambió y cambiará mucho más al mundo. Si los sobrevivientes no cambiáramos después de esto, mereceríamos el fuego eterno, porque nada hasta ahora, ninguna teoría, ninguna filosofía, ninguna religión, nos enseñó tan bien lo que significa LA CONDICIÓN HUMANA. Tanto nos hemos apartado de este concepto que hoy se nos cae como un balde de agua fría.
         Cuentan las crónicas que en Wuhan, China, los grandes millonarios contagiados, antes de verse inhabilitados, salieron a sus balcones a lanzar grandes paquetes de dinero a las calles diciendo: “Esto, que me costó tanto trabajo, hoy no me sirve para comprar mi salud y mucho  menos mi vida. Tómenlo. Puede que a ustedes les sirva para algo”.
         Digo que este virus cambiará – necesariamente- a la humanidad, porque vino a recordarnos de nuestra condición humana. El virus no discrimina, no reconoce ricos ni pobres, hombres ni mujeres, jóvenes ni ancianos, poderosos políticos ni insolventes, negros ni blancos. Antes decíamos: Dios no es un  Banco porque no nos manda a formar filas para convocarnos; le convoca a cualquiera, esté donde esté. Este maldito virus hace lo mismo. ¿Quién de nosotros está seguro de que no se infectará o que no morirá por causa del virus?. Nadie. Solo cunde el miedo a lo largo y a lo ancho del mundo entero.
         Y si nadie tiene armas para defenderse es porque todos estamos en situación de igualdad, atados por fin a una misma suerte. Y es esto lo que debe cambiar al mundo desde mañana mismo. Esto nos obliga a redescubrir que el hombre es uno, único, idéntico a sí mismo e idéntico a todos sus semejantes: los seres humanos. Por eso se habla del “género humano”, en la biología, porque el hombre (digo la persona humana, perdonen las mujeres) no es una especie animal y muchos menos una raza. El negro más motudo del Africa puede preñar a la más blanca de las nórdicas porque  biológicamente no tienen barreras. No somos burros, vacas ni cerdos; somos simplemente un solo ejemplar: el género humano.
         El problema es que hemos olvidado esto y hemos empezado a agruparnos,  a dividirnos, a discriminarnos, a clasificarnos, a distanciarnos los unos de los otros y a despreciarnos. Sin ser hombre de mucha fe religiosa me veo hoy obligado a reconocer que acabamos de recibir una notificación que tal vez sea de Dios En esta se nos informa que SOMOS HERMANOS y estamos sujetos a una misma suerte. Que si esto no fuera así,  hoy los soberbios, ricos y poderosos, usen lo que tienen para salvar sus vidas y que los demás se pongan simplemente en manos de Dios, el cual realiza milagros en este mundo, pero usando la mano del hombre como herramienta; pero  ambos responden  a lo que se llama: LA CONDICIÓN HUMANA, el más alto privilegio que la naturaleza dio a un sector de su creación y precisamente éste LO TRAICIONO.

Tadeo Zarratea
          Asunción, 20 de marzo del 2020   

No hay comentarios:

Publicar un comentario