sábado, 21 de marzo de 2020
LA CONDICION HUMANA
La pandemia del
coronavirus es la primera guerra verdaderamente mundial que padece la humanidad.
No es una guerra entre naciones sino de un enemigo invisible contra el hombre
mismo, contra la persona humana. En nada se le parece a la segunda guerra
mundial. Quizá cobre menos vidas humanas, quizá más, pero es distinta. El
enemigo no está localizado y ninguna nación deja de ser atacada. ¿Cómo se pude
comparar con la segunda guerra mundial? Nada que ver. Aquella tuvo sus
crueldades, sus malditos culpables. En esta, solo vemos la impotencia, no de la
gente común, sino de MÉDICOS LLORANDO de impotencia en las redes sociales, porque se ven
obligados a decidir a quién dejar morir y a quién tratar de salvar la vida,
como si fueran dioses, unos dioses perversos.
La pandemia y
cambió y cambiará mucho más al mundo. Si los sobrevivientes no cambiáramos después
de esto, mereceríamos el fuego eterno, porque nada hasta ahora, ninguna teoría,
ninguna filosofía, ninguna religión, nos enseñó tan bien lo que significa LA
CONDICIÓN HUMANA. Tanto nos hemos apartado de este concepto que hoy se nos cae
como un balde de agua fría.
Cuentan las
crónicas que en Wuhan, China, los grandes millonarios contagiados, antes de
verse inhabilitados, salieron a sus balcones a lanzar grandes paquetes de
dinero a las calles diciendo: “Esto, que me costó tanto trabajo, hoy no me sirve para
comprar mi salud y mucho menos mi vida.
Tómenlo. Puede que a ustedes les sirva para algo”.
Digo que este
virus cambiará – necesariamente- a la humanidad, porque vino a recordarnos de
nuestra condición humana. El virus no discrimina, no reconoce ricos ni pobres,
hombres ni mujeres, jóvenes ni ancianos, poderosos políticos ni insolventes,
negros ni blancos. Antes decíamos: Dios no es un Banco porque no nos manda a formar filas para convocarnos; le
convoca a cualquiera, esté donde esté. Este maldito virus hace lo mismo. ¿Quién
de nosotros está seguro de que no se infectará o que no morirá por causa del
virus?. Nadie. Solo cunde el miedo a lo largo y a lo ancho del mundo entero.
Y si nadie
tiene armas para defenderse es porque todos estamos en situación de igualdad, atados por fin a una misma suerte. Y es esto lo que debe cambiar al mundo desde mañana mismo. Esto nos
obliga a redescubrir que el hombre es uno, único, idéntico a sí mismo e
idéntico a todos sus semejantes: los seres humanos. Por eso se habla del “género humano”, en la biología, porque el hombre (digo la persona humana, perdonen las mujeres) no es una
especie animal y muchos menos una raza. El negro más motudo del Africa puede
preñar a la más blanca de las nórdicas porque
biológicamente no tienen barreras. No somos burros, vacas ni cerdos;
somos simplemente un solo ejemplar: el género humano.
El problema es
que hemos olvidado esto y hemos empezado a agruparnos, a dividirnos, a discriminarnos, a
clasificarnos, a distanciarnos los unos de los otros y a despreciarnos. Sin ser
hombre de mucha fe religiosa me veo hoy obligado a
reconocer que acabamos de recibir una notificación que tal vez sea de Dios En esta se nos
informa que SOMOS HERMANOS y estamos sujetos a una misma suerte. Que si esto no fuera así, hoy los soberbios,
ricos y poderosos, usen lo que tienen para salvar sus vidas y que los demás se
pongan simplemente en manos de Dios, el cual realiza milagros en este mundo,
pero usando la mano del hombre como herramienta; pero ambos responden a lo que se llama: LA CONDICIÓN HUMANA, el
más alto privilegio que la naturaleza dio a un sector de su creación y precisamente
éste LO TRAICIONO.
Tadeo Zarratea
Asunción,
20 de marzo del 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario