Aprobación del Pabellón y Escudo Nacional en el Tercer Congreso reunido en el templo de la Encarnación el 25 de noviembre de 1842, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López.
Óleo sobre lienzo de Guillermo Ketterer pintado en 1957.

sábado, 8 de julio de 2017

DOSTOIEVSKI

Este es el texto que presenté oralmente en la sesión de 1 de julio de 2017 , ante el grupo de compañeros analistas de novelas y cuentos, en Cooltural Café y Libros.

El sueño de un hombre ridículo (1877)  es un título que usa Fiodor Dostoievski  como pretexto para crear un personaje que padece de depresión crónica. En este caso, el personaje padece además de apnea de sueño, enfermedad que le da terroríficas pesadillas. La depresión y las pesadillas son temas recurrentes en el repertorio cuentístico de Dostoievski.
Este cuento está narrado en primera persona, pero no por el autor sino por su alter ego, el hombre ridículo, innominado y sin retrato físico que, llevado por las referidas enfermedades  se pone a pensar  en el suicidio, y a tomar la determinación de ejecutarlo esa misma noche, al llegar a su casa, y allí, sentado y con un revolver al alcance de la mano, se pone a reflexionar sobre  los hechos que ocurrirían después de su muerte.
 La depresión del personaje esta muy bien registrada en este cuento, que tiene expresiones tales como: “En mi alma crecía una terrible melancolía”; “se apoderó de mí la única convicción de que en el mundo todo daba igual”. Estos son los presupuestos del suicidio, y éste, posiblemente el tema recurrente mejor abordado por nuestro autor.
  El narrador había decidido pegarse un tiro en la cien derecha, pero debido al cansancio que le causó la caminata y la paz interior de la que gozaba por saber que por fin ha llegado la hora de descansar de este mundo, se quedó dormido en la silla y un rato después sueña que efectivamente se suicida, pero no como él había planeado sino con un tiro en el corazón.
El personaje “muere” pero no pierde la conciencia. Escucha y siente todo cuanto ocurre en su rededor. Asiste a su velatorio y a su propio funeral. Pero allá, bajo tierra, le molesta la humedad  y las gotas de agua que van cayendo, algunas de ellas justo sobre sus ojos. Luego escucha que su tumba es desenterrada, que se destapa brúscamente su ataud, y al levantarse se apodera de él un ser desconocido que no sabe si es hombre o no, porque prefiere no mirarlo. Lo cierto es que entre ambos emprenden un vuelo por el espacio sideral. Luego  de atravesar  largos espacios oscuros alcanza  a  ver una estrella y su conductor y guía lo conduce hacia ella. El narrador se percata de que esa estrella verde y hermosa es, de nuevo, la tierra, porque identifica perfectamente los contornos de Europa dibujados sobre el mar.
Aterrizó en un país muy  extraño, pero ya solo, porque su conductor desapareció como por ensalmo. Allí es recibido por un pueblo extraordinario, donde la gente es muy afable, solícita, solidaria. Esa gente irradiaba bondad y amor; alegría y gentileza. Vivían en comunidad, compartían todo, no tenían bienes materiales individuales acumulados; se alimentaban con los frutos de sus hermosos árboles; y como él ya estaba muerto pensó por un momento que  había llegado al Paraiso, pero al punto reaccionó porque aquellas personas no eran meras almas, tenían cuerpo  de humanos y además eran esbeltos, bellos y saludables; se alimentaban, hablaban, procreaban y también morían. Este pueblo tenía resueltas y aseguradas dos necesidades básicas de las sociedades humanas: la subsistencia alimentaria y la convivencia social. La fraternidad incluye a los animales y a las plantas, pero no practicaban religión alguna, no tenían sentimientos de culpa ni preocupaciones por nada. Era una sociedad perfecta, inmaculada, cuyos miembros tenían almas de niño; destilaban candor e inocencia, pero por sobre todo, amor y alegría.
Aquí  abro un paréntesis para contarles que yo soy indigenista y en mi juventud visité muchas comunidades indígenas y participé de muchas reuniones con ellos; algo conozco de las culturas indígenas. Por eso cuando leí este cuento largo de Dostoievski me pregunté: ¿Sabía el autor el sistema de vida de los indígenas americanos?. ¿Algún cronista calificado le describió el sistema social, económico y político de los nativos  americanos?; o es Dostoievki simplemenete un genio total que sin tener noticias de estas culturas fue capaz de identificar los problemas esenciales de las sociedades humanas y tuvo el talento de imaginar la sociedad perfecta?  Me pregunto esto porque encuentro tantas similitudes entre una y otra sociedad; y además, porque me trajo a la memoria la respuesta que me ha dado el antropólo inglés Cristobal Wallys en la Comunidad Indígena de Laguna Negra, Boquerón, Chaco paraguayo, cuando le pregunté: ¿Por qué insistimos en la defensa y preservación de esta culturas condenadas, atomizadas y ya sin futuro, sitiadas por la sociedad nacional envolvente y agresiva? Yo le confieso que estoy en esto por mera projimidad, por humanismo, pero usted, que es antropólogo, ¿ por qué lo hace?
Cristobal me dijo: “Estas culturas deben ser preservadas porque eventualmente pueden servirnos de modelo, cuando nos replanteemos a profundidad  nuetra forma de vida. Por ahora no sabemos si ellos o nosotros nos hemos aproximado más a la felicidad, al ideal de la sociedad fraterna y solidaria”.
Confieso ante ustedes, mis amigos, que entonces no entendí nada de lo que me dijo el antropólogo; y que sus palabras sólo tuvieron sentido para mi después de leer este cuento de Dostoievki. Se le atribuye a un gran Médico Psiquiatra haber dicho: “Aprendí más de psiquiatría en los cuentos de Dostoievki que en los libros psiquiatría y en la Facultad de Medicina”.   
Bien, así las cosas. Concluyo esta exposición con la noticia de que nuestro narrador, el terrícola, sembró la sizaña en aquella sociedad perfecta y la destruyó. Primero les enseñó  la mentira y les gustó, luego la hipocrecía, el individualismo, el ejercicio de la posesión personal sobre las cosas, la traición y todos los vicios nuestros. Pero he aquí lo curioso. El resultado de la encuesta realizada para saber si quieren o no volver a la sociedad perfecta, fue negativa. Mayoritariamente la gente prefirió el sistema social imperfecto.
Este cuento pone en entredicho el racionalismo extremo y en general los personajes de Dostoievski contituyen  fuentes de inspiración de los nihilistas rusos. Pero este aspecto prefiero dejar a cargo de Gabriel González que puede explicar mejor que yo, para luego dejar librado al debate.
Y por fin, nuestro narrador despierta; se encuentra vivo, no se había suicidado y es más, decidió no hacerlo porque encontró motivos para seguir viviendo, encontró una causa, un motivo de lucha que le dio sentido a su vida.
                                                                Tadeo Zarratea

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