Aprobación del Pabellón y Escudo Nacional en el Tercer Congreso reunido en el templo de la Encarnación el 25 de noviembre de 1842, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López.
Óleo sobre lienzo de Guillermo Ketterer pintado en 1957.

domingo, 17 de septiembre de 2017

LA CASONA DE ROA (7). (Capítulo de mi novela en proceso de elaboración)

Cuando estaban filmando “El portón de los sueños”, una documental ficcionada, Roa Bastos llevó a los periodistas y camarógrafos a una vieja casona que se halla en el pueblo de Iturbe. El  caserón estaba abandonado por sus propietarios; algunos vecinos recordaban todavía el apellido de la familia propietaria que simplemente desapareció del pueblo.  A la casa, invadida por los yuyos, las basuras, las malezas, se podía llegar por un sendero casi  borrado; las puertas ya fueron todas robadas de modo que se encontraba abierta a todo público. Sus paredes se veían severamente resquebrajadas, los techos derruidos, los pisos estropeados; en suma, todo estaba en ruinas y su interior habitado por la humedad y por un enjambre de murciélagos. El “caserón de añejos tiempos” seguía en pie, defendiendo su pasado señorial, su orgullo de morada de familia de fortuna para ese medio, de gente de bien.
Uno de los periodistas le preguntó a Roa.
- Maestro: ¿por qué nos trajo aquí? ¿Qué recuerdos le trae o qué significa para usted esta casa abandonada?, porque ya nos aclaró que no es la casa donde usted vivió de niño en este pueblo.
- Les traje para mostrarles la imagen del Paraguay actual; su más fiel representación metafórica. Esta casa es el Paraguay  mismo; su imagen y semejanza más perfecta.
El periodista inquisidor y sus compañeros quedaron estupefactos. Todos guardaron silencio. Rato después uno de ellos  se atrevió a comentar:
-  Un país en ruinas, a punto de derrumbarse, abandonado por sus propios dueños y habitado por un enjambre de murciélagos. ¡Bárbaro!.
-  ¡Por Dios…! – dijo otro- .
El Maestro guardó un escrupuloso silencio. No había necesidad de agregar una sola palabra más.
El equipo salió despavorido de la casona de Roa. Todos sus miembros pedían agua fresca, abanico, ventilador, tereré y si se tiene, una hamaca o un sillón bajo la sombra del árbol más frondoso del pueblo de Iturbe. El golpe del “Premio Cervantes” al equipo de trabajo fue fulminante. Todos olvidaron el libreto en curso y solicitaron descanso.
En la noche, después de la cena, el Director del rodaje le formuló a Roa el siguiente cuestionamiento:
- Según tengo entendido, Maestro, usted ha venido sosteniendo en varias de sus obras que tiene fe en la redención del Paraguay; que nuestro país, una vez reconquistadas las libertades públicas, saldría a flote, lograría encontrar el camino del desarrollo; pero lo de hoy me desconcertó. ¿Usted cambió de idea, perdió esa fe o cuál es su postura actual?
- Ni perdí la fe ni la convicción de que el Paraguay encontrará su camino; tampoco he caído en incoherencia como parece sospechar usted. No, amigo. No. La casa todavía no se ha derrumbado, todavía esta fuerte porque tiene poderosos cimientos,  es reparable y con un  poco de esfuerzo puede recobrar su antiguo señorío. Pero habría que convocar a los dueños de la casa y desalojar a los murciélagos.
- De acuerdo Maestro, pero dígame: ¿por qué razón los dueños abandonaron la casa? 
- Porque fueron obligados a hacerlo; la familia fue destruida, perdió su unidad, y a fuerza de miedo le hicieron creer a sus miembros que es imposible recuperar la casa,  les robaron  hasta el deseo de luchar por ella.
-  Entonces, ¿quién puede recuperar la casa?  Yo creo que la causa está perdida.
- Yo no. El Paraguay siempre supo encontrar el punto de inflexión después de las largas crisis sociales y políticas; y siempre se recuperó.  El pueblo paraguayo es inteligente y además irreductible, altivo, levantisco y sobre todo, tenaz. Jamás el paraguayo dejará de buscar la redención de la patria. El país siempre saldrá de las situaciones  ignominiosas aunque durara mucho tiempo. Usted lo verá; yo, tal vez ya no.
- Pero, Maestro, por favor. ¿Dónde está la fuerza social y humana que pude lograr ese milagro?; dígame para sumarme a ella de inmediato.
- Está en algún rincón de la vieja casona; en una de sus esquinas, pero por ahora  es invisible.
- ¿Quiénes son? ¿Las fuerzas armadas, la iglesia, los partidos políticos, los trabajadores, los campesinos, la juventud?; dígame, ¿quiénes?
- Yo no sé, amigo, quiénes serán. Solo sé que se manifestará en su hora. Es una fuerza potencial que tiene nuestro pueblo y que en su momento irrumpirá con mucha fuerza; vendrá con ideas claras y mucha autoridad moral;  acabará con los murciélagos y con todas las sabandijas. La casa será devuelta a sus legítimos dueños.

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