domingo, 17 de septiembre de 2017
LA CASONA DE ROA (7). (Capítulo de mi novela en proceso de elaboración)
Cuando estaban filmando “El portón de
los sueños”, una documental ficcionada, Roa Bastos llevó a los periodistas y
camarógrafos a una vieja casona que se halla en el pueblo de Iturbe. El caserón estaba abandonado por sus
propietarios; algunos vecinos recordaban todavía el apellido de la familia
propietaria que simplemente desapareció del pueblo. A la casa, invadida por los yuyos, las
basuras, las malezas, se podía llegar por un sendero casi borrado; las puertas ya fueron todas robadas
de modo que se encontraba abierta a todo público. Sus paredes se veían
severamente resquebrajadas, los techos derruidos, los pisos estropeados; en
suma, todo estaba en ruinas y su interior habitado por la humedad y por un
enjambre de murciélagos. El “caserón de añejos tiempos” seguía en pie,
defendiendo su pasado señorial, su orgullo de morada de familia de fortuna para
ese medio, de gente de bien.
Uno de los periodistas le preguntó a
Roa.
- Maestro: ¿por qué nos trajo aquí?
¿Qué recuerdos le trae o qué significa para usted esta casa abandonada?, porque
ya nos aclaró que no es la casa donde usted vivió de niño en este pueblo.
- Les traje para mostrarles la imagen
del Paraguay actual; su más fiel representación metafórica. Esta casa es el
Paraguay mismo; su imagen y semejanza
más perfecta.
El periodista inquisidor y sus
compañeros quedaron estupefactos. Todos guardaron silencio. Rato después uno de
ellos se atrevió a comentar:
-
Un país en ruinas, a punto de derrumbarse, abandonado por sus propios dueños y habitado por un enjambre de murciélagos. ¡Bárbaro!.
-
¡Por Dios…! – dijo otro- .
El Maestro guardó un escrupuloso silencio.
No había necesidad de agregar una sola palabra más.
El equipo salió despavorido de la
casona de Roa. Todos sus miembros pedían agua fresca, abanico, ventilador, tereré y si se tiene, una hamaca o un
sillón bajo la sombra del árbol más frondoso del pueblo de Iturbe. El golpe del
“Premio Cervantes” al equipo de trabajo fue fulminante. Todos olvidaron el
libreto en curso y solicitaron descanso.
En la noche, después de la cena, el
Director del rodaje le formuló a Roa el siguiente cuestionamiento:
- Según tengo entendido, Maestro,
usted ha venido sosteniendo en varias de sus obras que tiene fe en la redención
del Paraguay; que nuestro país, una vez reconquistadas las libertades públicas,
saldría a flote, lograría encontrar el camino del desarrollo; pero lo de hoy me
desconcertó. ¿Usted cambió de idea, perdió esa fe o cuál es su postura actual?
- Ni perdí la fe ni la convicción de
que el Paraguay encontrará su camino; tampoco he caído en incoherencia como
parece sospechar usted. No, amigo. No. La casa todavía no se ha derrumbado,
todavía esta fuerte porque tiene poderosos cimientos, es reparable y con un poco de esfuerzo puede recobrar su antiguo
señorío. Pero habría que convocar a los dueños de la casa y desalojar a los
murciélagos.
- De acuerdo Maestro, pero dígame:
¿por qué razón los dueños abandonaron la casa?
- Porque fueron obligados a hacerlo;
la familia fue destruida, perdió su unidad, y a fuerza de miedo le hicieron
creer a sus miembros que es imposible recuperar la casa, les robaron hasta el deseo de luchar por ella.
-
Entonces, ¿quién puede recuperar la casa? Yo creo que la causa está perdida.
- Yo no. El Paraguay siempre supo
encontrar el punto de inflexión después de las largas crisis sociales y
políticas; y siempre se recuperó. El pueblo paraguayo es inteligente y además irreductible, altivo, levantisco y sobre todo, tenaz.
Jamás el paraguayo dejará de buscar la redención de la patria. El país siempre saldrá de
las situaciones ignominiosas aunque durara mucho tiempo. Usted lo
verá; yo, tal vez ya no.
- Pero, Maestro, por favor. ¿Dónde
está la fuerza social y humana que pude lograr ese milagro?; dígame para
sumarme a ella de inmediato.
- Está en algún rincón de la vieja
casona; en una de sus esquinas, pero por ahora
es invisible.
- ¿Quiénes son? ¿Las fuerzas armadas,
la iglesia, los partidos políticos, los trabajadores, los campesinos, la
juventud?; dígame, ¿quiénes?
- Yo no sé, amigo, quiénes serán. Solo sé que se
manifestará en su hora. Es una fuerza potencial que tiene nuestro pueblo y que
en su momento irrumpirá con mucha fuerza; vendrá con ideas claras y mucha
autoridad moral; acabará con los
murciélagos y con todas las sabandijas. La casa será devuelta a sus legítimos
dueños.
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