Aprobación del Pabellón y Escudo Nacional en el Tercer Congreso reunido en el templo de la Encarnación el 25 de noviembre de 1842, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López.
Óleo sobre lienzo de Guillermo Ketterer pintado en 1957.

martes, 12 de diciembre de 2017

La traducción recíproca necesaria para la construcción del Paraguay bilingüe

Señoras y señores:
Tengan ustedes la mejor de las noches.
Como se tiene anunciado, fui convocado para verter algunas opiniones sobre el tema que nos congrega. Agradezco a los organizadores de este acto y a los propulsores de esta obra, la invitación que me han cursado para venir a reflexionar ante ustedes sobre el valor de las traducciones literarias.  Si fuera político les diría que no se equivocaron al elegirme, porque yo tengo una rica historia personal en cuanto a las posturas asumidas frente a este fenómeno en las distintas etapas de mi vida.
Casi nadie en nuestro medio, que yo sepa, ha asumido una postura tan radical y totalmente negativa a las traducciones literarias como yo. Fui acérrimo adversario de la misma durante mucho tiempo y llegué a tal extremo que, en el prólogo de mi libro de cuentos en guaraní paraguayo titulado: ARANDU KA’ATY, en el año 1989, dije textualmente esto que van a escuchar: “…Prohíbo la traducción de estos relatos al castellano y a otras lenguas por el tiempo que sea necesario, a fin de evitar lo ocurrido con mi novela Kalaíto Pombéro, que fue leída en versión mal traducida por el único pueblo del mundo que pudo haber leído en su versión original. Soy consciente de la autolimitación que significa este confinamiento idiomático, así como de la quijotada de escribir para un pueblo que hoy y ahora es analfabeto en su lengua propia. Pero mis ambiciones como escritor son mínimas. No escribo para el lucro, para la crítica ni para la fama; no escribo para los concursos literarios ni para otro pueblo que no sea el paraguayo. Estos relatos son para el pueblo paraguayo y para nadie más. No importa el tiempo que pase antes de que sean leídos; lo que  importa es el tiempo que transcurrirá después. Mi propósito es lograr que alguna vez mis compatriotas se vean reflejados en una literatura propia, que se reconozcan en ella, y que a partir de allí reflexionen y accionen en busca de mejores condiciones de vida y de convivencia…”.(sic)
Mantuve esta postura con total convicción hasta mi participación en el Taller Continental de Escritores en Lenguas Indígenas de América, reunido en México D.F., en el año 1997. En aquel prestigioso foro literario defendí mi posición casi con soberbia y fui severamente cuestionado por colegas mexicanos. En aquellos años ellos publicaban ya sus obras normalmente en versión bilingüe: Zapoteco-Español, Nahuatl-Español, etc.
Cuando vieron mi empecinada oposición a las traducciones, uno de los escritores me preguntó: “Colega: ¿usted no ha leído a los clásicos franceses, ingleses, rusos, etc.?” Contesté que sí y agregué que leí específicamente a los clásicos rusos desde Tolstoi hasta Solzhenistsyn. El colega exclamo: “Ah…entonces usted lee ruso”. Sorprendido le contesté que no y agregué que esas obras las he leído en castellano. Sobre la marcha el colega me espetó: “Entonces usted leyó traducciones; tuvo acceso, aprovechó y disfrutó de esa literatura a través de su lengua y no de la original”, y agregó: “eso es y será siempre así porque las obras literarias no reconocen fronteras idiomáticas, así como las obras de arte en general no reconocen tiempos ni fronteras geográficas, políticas ni culturales; simplemente son patrimonio de toda la humanidad”.
Sintiéndome arrinconado por el peso de estos argumentos, salí argumentando con la consabida teoría de que, a pesar de ser así, mi lengua era intraducible; que existían expresiones imposibles de ser traducidas y que las traducciones traicionan al texto, según el viejo aforismo “tradutore traditore”.
Sobre el punto salió otro colega a argumentar que: “Si bien en algunos aspectos la obra literaria puede perder nivel al traducirse, el buen traductor puede recuperar esa pérdida en los párrafos siguientes, dando un mayor vuelo artístico a la expresión originaria mediante los recursos de la lengua receptora”. “Eso – me dijo - depende de la capacidad del traductor” y agregó: “por eso es recomendable que lo traduzca el propio autor”.
Los colegas mexicanos habitualmente publican  sus obras en versión bilingüe porque han tomado conciencia de que nuestros pueblos originarios son analfabetos en sus lenguas propias, como lo son también, en las lenguas americanas los mestizos y criollos integrantes de la población nacional; de modo que las manifestaciones literarias dadas en lenguas indígenas solo pueden ser apreciadas y valoradas, inicialmente, a través de las lenguas europeas, que son de uso internacional.
 Regresé de México como un perro apaleado pero con criterio diferente. El encuentro continental de escritores en lenguas indígenas me hizo cambiar de postura sobre las traducciones. Entonces tomé  la decisión de traducir mejor mi novela Kalaíto Pombéro, así como la de traducir al castellano Arandu Ka’aty, la obra aquella en cuyo prólogo prohibí la traducción,  y a partir de allí vengo traduciendo todas mis obras.
Estas son las distintas etapas de mi postura personal. Ahora paso a revisar la importancia de las traducciones a nivel social y sobre todo a señalar la necesidad que tiene de ellas nuestro país para la construcción del Paraguay bilingüe.
El Paraguay es un país diglósico castellano–guaraní y como tal tiene, naturalmente, su literatura dividida; buena parte se halla escrita en castellano y la otra parte más que escrita, contada, narrada, cantada y declamada en lengua guaraní. Ambas literaturas son válidas, importantes y necesarias, pero evidentemente se hallan condicionadas por la diglosia paraguaya;  esto es, que cada literatura tiene su campo específico pero la que se da en guaraní goza de menor prestigio y se halla virtualmente supeditada a la producida en castellano. Este fenómeno de diglosia se da entre nuestras dos lenguas oficiales,  donde el guaraní no se encuentra socialmente en el mismo nivel del castellano y este mismo fenómeno trasunta la literatura paraguaya.
Como es de conocimiento de este ilustrado público, existe una diferencia de cuatro siglos entre el nacimiento de una y otra literatura en el Paraguay, donde la literatura en castellano, nace en el siglo 16, en tiempos de la colonia, mientras  la que se da en guaraní nace en el siglo 20; a ello debe sumarse el apoyo que recibió y recibe la castellana de parte de España y de los países hispanoamericanos; ambas regiones son fuentes, referentes y respaldos de nuestra literatura en castellano. Mientras tanto, la literatura guaraní no tiene ninguna fuente donde abrevar ni otra literatura en la cual pueda referenciarse siquiera.
Esta situación de desnivel tiende hoy día a abreviarse pero el proceso que lleva es muy lento. Por ello, el acercamiento, la contrastación y la búsqueda de nivelación entre ambas literaturas viene a ser uno de los capítulos más importantes en la construcción del Paraguay bilingüe. Esta es una gran tarea que tenemos por realizar los paraguayos, tarea que se inició oficialmente en 1992 cuando nuestra Carta Magna declara lengua co-oficial al guaraní, en paridad total con el castellano.
El Paraguay bilingüe es aquel que tiene un Estado que habla sus dos lenguas oficiales desde  dictar las leyes, los decretos y las resoluciones administrativas en ambas lenguas, hasta el uso oral de los dos idiomas en todos los ámbitos de funcionamiento oficial del Estado. Esto, por una parte; y por la otra, un país en el cual los ciudadanos son bilingües coordinados, con capacidad para expresarse con soltura y solvencia en ambas lenguas oficiales, como los canadienses y los catalanes. A nosotros nos falta la estatalización del guaraní y la bilingüización del ciudadano para superar la diglosia y alcanzar el bilingüismo nacional.
En un importante encuentro internacional sobre bilingüismo celebrado en Barcelona, un colega me preguntó si los paraguayos ya hemos empezado a traducir al castellano la parte de nuestro cancionero que se canta en guaraní  y  traducir al  guaraní  las canciones que se cantan en castellano.  Yo, hasta ese momento ni había soñado tal cosa, pero a mi regreso traduje “Despierta mi Angelina” de Emiliano, versión que hasta ahora no encuentra quien la cante.
  Entiendo que para acometer tan ímproba tarea necesitamos de una respetable cantidad de buenos traductores literarios, porque debemos traducir del guaraní al castellano el 80 % aproximadamente de nuestro cancionero popular, y del castellano al guaraní, toda la poesía paraguaya creada en castellano, todas las novelas paraguayas con excepción de Kalaíto Pombéro, la única bilingüe,  y toda nuestra basta producción cuentística. Además debemos traducir al guaraní las más importantes obras literarias latinoamericanas y universales.
Es mucho trabajo, pero creo que lo vamos a hacer y ya lo estamos haciendo. Hoy estamos celebrando un hecho concreto. Esto tenemos que hacer para dejar de ser una isla cultural; “isla rodeada de tierra” en la feliz metáfora de Roa, isla determinada y configurada por la lengua guaraní, hermosa lengua que nos tiene confinado en este triángulo de resistencia, dentro del cual seguimos defendiendo nuestra identidad cultural vertebrada por esta lengua y sin la cual ya hubiéramos sucumbido ante el inmisericorde  bombardeo cultural  “de bandeirantes, porteños y guaicurúes”, como se decía en el siglo pasado,  que desde siglos atrás asedian a nuestra nación por todos los medios.
Pero si bien esta lengua es un arma poderosa en nuestra lucha de sobrevivencia como sociedad como elemento identitario, la misma también tiene su contracara; y es que al envolvernos en ella, el resto del mundo queda privado de conocer el pensamiento auténtico y genuino del pueblo paraguayo; el pensamiento que se formula y se expresa en guaraní.
Hace unos días un amigo me indagaba sobre el significado preciso de los versos de una vieja canción; era un paraguayo con acceso  superficial a la lengua guaraní,  que interpreta a su manera los textos de las canciones. Pero apenas que fue informado del contenido semántico real que le di a conocer, manifestó su más grande asombro y admiración por la profundidad del pensamiento del poeta ñanandy. En ese momento ratifiqué mi convicción de que no solo necesitan los extranjeros, los propios paraguayos necesitan que le sean traducidos al castellano los textos literarios que escuchan y cantan a diario. También me congratulé de haber superado aquella postura de chauvinismo  mediterráneo que sostuve por tanto tiempo.
Y se nos preguntará: ¿qué importancia tiene que los extranjeros conozcan el pensamiento más íntimo e intrínseco del paraguayo? Pues, yo digo que con ello el pueblo paraguayo se ganará el respeto del mundo, porque un pueblo que tiene profundidad de pensamiento es digno del más estricto respeto.
Nosotros no necesitamos traducir la literatura guaraní a muchas lenguas; bastará con traducirla al castellano, que de allí ya puede ser llevada a todas las lenguas del mundo, habida cuenta la larga tradición de intercambio literario y cultural que tiene el castellano.
Por otra parte tenemos la tarea pendiente de traducir al guaraní las obras literarias habidas en castellano, tanto de autores nacionales como de extranjeros. En esta tarea tenemos algunos precursores y son:
1) Eduardo Saguier, con su traducción parcial del Martín Fierro de José Hernández al guaraní, en 1951;
2) Ricardo Dacunda Díaz, que publica en Corrientes la primera versión completa del Martín Fierro en guaraní en 1996,  una traducción bastante objetada por los hablantes del guaraní.-
3) Félix de Guarania, que publica su versión definitiva del Martín Fierro en guaraní,  en el año 2006.  A esta traducción, elogiada por mí en su momento como presentador, hoy le encuentro muchos defectos, pero eso no importa.                                        4) Lino Trinidad, que tradujo con éxito “Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez;
5) Natalia Krivoshein de Canese, Feliciano Acosta y este servidor, que tradujimos al guaraní un importante conjunto de fábulas de Esopo y otras fábulas universales; y
6). La misma Susy Delgado, precursora de sí  misma, que siempre nos presentó sus poemarios en forma bilingüe y en la materia es pionera entre los poetas paraguayos bilingües. En aquella época en que yo era guaranista chiíta, me causaba hilaridad la actitud de Susy cuando publicaba; “Tesarái mboyve” / “Antes del olvido”; “Tataypýpe” / ”Cerca del fuego”, etc. Yo me decía: ¿para qué esta mujer escribe en guaraní si sobre la marcha la va a traducir?.  Mba’e piko péa.  Bueno, tuicha mba’e niko la ñande tavy.
Ella nos presenta esta noche las traducciones al guaraní de un amasijo de poemas de nuestro laureado escritor mayor.
Íntimamente creo que los poemas de Roa han caído en buenas manos; en manos de la persona más indicada. No creo que haya en el Paraguay dos traductores plenamente solventes para esta delicada tarea. Después de Susy, solo Susy. Y que conste que no he leído aún nada de estas traducciones porque ni  Vidalia ni Susy ni nadie me han alcanzado un ejemplar; vengo a hablar a ciegas pero vengo seguro, porque conozco la capacidad de Susy. Por suerte no soy el presentador oficial de este libro y sobre el mismo solo les puedo decir apelando a una filosofía bien paraguaya: Oimearäko oï porä hína.
En puridad no digo esto en broma sino con mucha convicción porque sólo estoy repitiendo mi juicio de valor sobre la solvencia de Susy. En efecto, en mi libro titulado: LA POESÍA GUARANÍ DEL SIGLO XX. GALERÍA DE 22 POETAS DE LA LENGUA, la incluyo a Susy con el rótulo de “Consumada poeta que navega en dos lenguas”; y digo de ella: “Susy Delgado es una consumada poeta bilingüe no porque usa por igual el castellano y el guaraní, sino porque produce poemas de igual nivel estético en ambas lenguas y  además de eso, es capaz de recrear un poema en la otra lengua; es decir, tiene la capacidad de dar a un poema escrito por ella o por otro, el mismo vuelo poético que tiene en el original al traducirlo a la segunda lengua. Por eso nunca podemos saber con certeza en cuál de las dos lenguas oficiales del Paraguay ha sido escrito originalmente  un poema de ella. En suma, Susy es una insigne traductora de poesía, una virtud que no abunda en razón de que es absolutamente incomparable la traducción de un texto común con la traducción de un texto poético. En la primera se traducen ideas y hasta palabras; en la segunda se traducen figuras literarias como imágenes, metáforas, comparaciones y muchísimas otras.
Vayan pues mis felicitaciones a don Augusto Roa Bastos por estas traducciones y le reitero con esta cariñosa frase: Nde suérte, lekaja.
                                                                                                          Tadeo Zarratea
                                                                                                               9-XII-17    


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